Veinte años juntos haciendo música no es fácil ni en el terreno sentimental ni en el artístico. Artefactum podría haber elegido para celebrarlo el típico programa de grandes hitos, recorriendo su historia e iconografía. Por el contrario se decantaron por un programa monográfico en torno a los famosos Carmina Burana de Benediktbeuern. Articulado en torno a un actor, Antonio Raposo, que con gracia y desparpajo va narrando sus aventuras como monje a su pesar y más tarde pícaro frecuentador de faldas y tabernas, al estilo goliardo medieval, Artefactum fue deslizando un muestrario de cantos del famoso manuscrito a su manera, con más desenfado que auténtico rigor, buscando siempre su carácter más lúdico. Eso no impidió disfrutar de la voz aterciopelada en el registro agudo de Alberto Barea, el dominio técnico de Ignacio Gil a la flauta, la sutil percusión de Álvaro Garrido, el canto grave y autoritario de Vicente Gavira, el buen gusto de Francisco Orozco al laúd, y la delizadeza a la viola de César Carazo, sin olvidar la simpatía de José Manuel Vaquero. Un poco más de ritmo, superando pausas técnicas y mejorando dramaturgia, beneficiará una propuesta que se animó tras la incorporación de Mariví Blasco, Carmen Hidalgo y José Luis Pastor. Entonces la oración y el recogimiento anterior, incluso en cortejos y sátiras, se transformó en pura fiesta hasta desembocar en una oda al vino, una curiosa versión del tango Volver y por supuesto el Cumpleaños feliz.
