Sonido de campanas en Bruselas: crece la zona Schengen y ya es posible, como vocean las portadas de todos los diarios, pasearse de Lisboa a Tallín sin que importe olvidar el pasaporte en la mesilla de noche. Así que el europtimismo está de enhorabuena: a pesar de los sucesivos varapalos políticos, de las faltas de acuerdos en materia agraria o pesquera, de la negativa de ciertos miembros a aceptar una constitución ecuménica, parece que la Comunidad Europea avanza, a pasito de oruga, hacie el destino que cierto día se propuso, dejar este continente de una sola pieza y terminar de jugar al rompecabezas. ¿Lo conseguirá? Veremos.