De maestro a pintor de zapatillas

El algabeño Laureano Carbonell ha creado la firma Suarte, con la que exporta sus obras.

el 27 oct 2013 / 23:30 h.

Suarte, laureano carbonell Por A.C. La docencia es una de las profesiones más nobles de cuantas existen. Enseñar es una tarea agradable pero hay que tener vocación. Esa vocación que empuja a miles de personas cada año a las universidades soñando con ser maestro y arrancar sonrisas. Pero si conforme van pasando los años la carrera se termina, se estudia un máster, idiomas, se sale al extranjero y se oposita en dos ocasiones y aún así, se sigue sin poder ser maestro, el sentido común arrastra a buscar la alternativa. Y en ese preciso punto se encuentra Laureano Carbonell, algabeño afincado en Alcalá del Río por amor y que ahora se dedica al arte. “Después de sacar un nueve en las últimas oposiciones” y “estar cuatro años en la bolsa sin trabajar”, su situación actual lo empujó “a esto” que se ha convertido en Surarte. Una actividad que arrancó como un experimento y que “se ha ido convirtiendo en una profesión”, sobre todo desde que entrara en la academia Artcrea. Comenzó pintando y personalizando zapatillas, con originales dibujos y llamativos colores. Ahora se dedica también “a la pintura decorativa”, para casas y negocios, restaura muebles y decora todo tipo de telas. Dos pares de zapatillas pintadas por Laureano Carbonell. Dos pares de zapatillas pintadas por Laureano Carbonell. “Los murales en paredes de tiendas y bares están ahora en boga”, sin dejar escapar los carteles y la “pintura de brocha gorda”, porque lo cortés no quita lo valiente. María Dolores Bravo, la alcalareña culpable de su exilio, es la otra pata de esta iniciativa cuyo éxito se lo deben a las redes sociales, gracias a las cuales su arte ha llegado a “Londres o Indianápolis”. No obstante, reconoce que lo más llamativo que ha hecho han sido “unas zapatillas pintadas que llevó una novia el día de su boda en Mallorca”. Por 25 euros se puede adquirir una de estas piezas, únicas y genuinas, como las que han llevado a este joven a “reinventarse”. También ha recibido encargos para paredes de habitaciones de niños, fachadas de guarderías, farolillos de carnaval, máquinas de coser o, su última tarea, una cántara de leche. El caso es seguir creciendo y ahora con otra meta, muy diferente a la de opositar: “montar un taller y empresa de pintura”, en la que dar también formación, por eso de no perder de vista de dónde viene. Y es que, “después de haber seguido todos los pasos que están estipulados para tener una profesión”, salir al extranjero y volver para encontrarse con trabajos “muy mal pagados”, ya la única carta por jugar es la de “ser tu propio jefe, que por poco que tengas, sea tuyo” y sin que nadie se aproveche del trabajo que realiza.

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