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De maestro a trotamundos

el 15 nov 2009 / 09:52 h.

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Se ha pasado toda la semana en Londres, vendiendo Andalucía en la World Travel Market. Es la mayor feria del turismo mundial y tocaba estar y arañar posiciones en un tiempo en el que el turismo se erige como uno de los salvadores de la economía.

Su oficio como consejero de Turismo es ese, convencer, embaucar, atraer a cuantos más, mejor. Pero lejos de algunos de sus antecesores, políticos de flashes y grandes reclamos (hasta cenas multitudinarias en Los Ángeles con Antonio Banderas), Luciano Alonso se mueve entre bambalinas.

La estrategia es la publicidad, las ferias, los encuentros profesionales. Las fotos están para otros. Como sostiene un socialista malagueño que lo conoce de lejos, "no es un vendedor de crecepelos del oeste, es un hombre honrado que trabaja callado y gana sin parafernalia". Pero lo consigue, insiste su compañero de filas.

Este extremeño reconvertido en malagueño a raíz de un traslado destaca por arrastrar a la política sus años de aulas y tizas: se explica con soltura, trata de ser sencillo -así son sus costumbres- y tiene el don de poner paz en los revuelos, como la amenaza de huelga en la hostelería del pasado verano. Lleva a sus espaldas 31 años de militancia en el PSOE, desde 1976, cuando en años de efervescencia política se afilió también a UGT.

Un progre de los 70, con los pies en el campo humilde, con unos sólidos valores inculcados por su familia. Ahí, sostienen sus asesores, está la base de su inalterable "entusiasmo", su "rectitud" y su "compromiso ético con el trabajo". De su padre Eduardo, campesino, y de su madre Vicenta, que vendía medicinas en su casa, donde no había ni agua corriente cuando era crío, donde lo básico era un lujo.

Beca a beca se diplomó en Ciencias Sociales y sacó plaza de maestro, la primera, en el colegio Mediterráneo, en la localidad malagueña de Carranque. No se imaginaba entonces lo bien que en su devenir le vendría la materia que le tocó impartir: Geografía.

Antes de entrar en el organigrama, Alonso fue socialista de base convencido, y aún hoy sigue perteneciendo a la agrupación de la Carretera de Cádiz de Málaga, de trabajadores y de izquierdas. En reuniones de barrio y asambleas esperanzadas en la democracia conoció a sus primeros referentes en el partido: Francisco Román, Antonio García Duarte, Carlos Sanjuán...

Durante nueve años compatibilizó sus clases -también de Historia- con la base del PSOE, preocupado por la aplicación práctica de unos principios ideológicos "en los que cree con fe", sostienen en el partido. En 1985 le llegó el salto, la secretaría provincial de Organización, y se convirtió en senador al año siguiente, durante dos legislaturas. Su orgullo: la aprobación de la Ley de Pensiones no contributivas, de la que sus abuelos nunca se beneficiaron.

Cuando en el 93 retornó al IES Jacaranda, donde tiene su plaza, pensó que llegaba la calma tras el ajetreo en Madrid. Se equivocó. Al año Chaves lo nombraba delegado de la Junta en Málaga. Diez años duró el retorno. Y aún sigue. En el PSOE sostienen que el ex presidente confía en él "por discreto y disciplinado", porque tiene el don de "hacer piña" (se sabe los nombres de todos sus empleados).

Será por eso y porque toreó con cintura miuras de vértigo: la Marbella de Gil, el Museo Picasso, la Ciudad de la Justicia. Lleva a gala no haber ido nunca a un juzgado y su nombre sólo ha estado de veras en la diana política cuando compró un coche oficial que dejaba de prestar servicio.

Como consejero, su afán es abrir las posibilidades de Andalucía y dejar de mirarla sólo como la tierra del sol y playa. Que sea también la del Guadalquivir. El turismo es su tarjeta de presentación, pero su debilidad es la otra pata de la cartera: el deporte. Ha sido futbolista y hasta luce lesión de galáctico: se rompió el menisco interno y externo de la rodilla izquierda y la operación le apartó de los campos.

Ahora ejerce de forofo en las gradas. Tiene carnet del Málaga desde hace 25 años, pero se confiesa entregado atlético. Como Griñán. De fútbol habla mucho con Martín Soler y Juan Espadas, sus más cercanos en el Consejo de Gobierno. Con ellos y el presidente se arropa de lunes a viernes, porque el consejero se ha dejado la familia en Málaga. Ésa, dicen en Turismo, es una pasión por la que haría cualquier cosa.

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