Cofradías

De nuevo un paso en el Arzobispado

La cofradía del Sagrario retoma su visita a Palacio, donde es recibida por el obispo auxiliar.

el 15 abr 2011 / 20:47 h.

Un mimo disfrazado de elfo animaba la espera en la antigua Punta del Diamante. La verdad es que más bien acaparaba la atención de las miles de personas que deambulaban por la Avenida bebiéndose la tarde del Viernes de Dolores y en busca de los primeros nazarenos.

Para el que haya leído el último libro de José Luis Garrido Bustamante (Un viejo puñal cofrade, febrero de 2011) la panorámica que ofrecía las gradas de la Catedral era la misma que se describe en uno de los pasajes: totalmente atestada de gente, entre las que se encontraban numerosos turistas que observaban boquiabiertos la salida de nazarenos por la Puerta del Perdón:"Esto es una procesioni?", preguntaban sorprendidos, mientras no dejaban de disparar con sus cámaras de fotos. "Sí, que lo es. El Cristo de la Corona, para más señas", le respondía un sevillano.

El elegante cortejo de nazarenos de ruan morado se fue desplegando por las gradas de la Catedral hasta desembocar en la plaza Virgen de los Reyes por la Puerta del Lagarto, a los pies de la Giralda. La estampa del Nazareno con la fachada de la Catedral como telón de fondo propició numerosos comentarios entre el público: "Parece un cuadro. ¡Qué maravilla!", exclamaban algunos, mientras que una pareja de italianos (ella con los mofletes colorados por la calor) visualizaba el que se había convertido en el mejor recuerdo de su estancia en Sevilla: "No tengo palabras. Es una obra de arte. Cómo están las calles, cómo se comporta el público y todo el conjunto monumental de la Catedral. Es el mejor souvenir que me llevo de aquí", señaló Martina.

Ya con la noche echada encima, el Cristo de la Corona retomaba su visita a la sede del Arzobispado por expresa petición del arzobispo y después del paréntesis del año pasado. En el patio de Palacio se encontraba el obispo auxiliar, Santiago Gómez, quien en sustitución de monseñor Juan José Asenjo hizo las veces de anfitrión. Los hermanos de la Corona rezaron allí una de las estaciones del viacrucis. Luego, el paso del Nazareno, que estrenaba faroles en madera, se marchó en silencio por la estrechez de Placentines en busca de la Plaza del Salvador, Tetuán y la Alcazaba.

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