Cultura

De Ory, in memoriam

el 11 nov 2010 / 21:04 h.

No es fácil en estos momentos, por razones personales, sintetizar el papel de Carlos Edmundo de Ory y su obra en el contexto de la literatura del pasado siglo, sobre todo cuando la vinculación con él ha sido tan estrecha, no sólo en mis estudios, sino especialmente en mi relación personal.

Desde 1970 en que nos conocimos, a través del Grupo literario Marejada de Cádiz, y mi amistad con Félix Grande, quien había publicado en 1969 una extensa antología del conjunto de su producción: Carlos Edmundo de Ory Poesía (1945-1969) he venido siguiendo el proceso de su escritura de forma continuada y en profundidad, primero para estudiar el movimiento Postista, de 1945, que él fundó junto a Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi, objeto de mi tesis de licenciatura, pero, sobre todo, durante los meses que viví en su casa de Amiens para preparar una antología que me encargó la editorial Cátedra, titulada Metanoia.

Aquella experiencia fue impactante, pues llegué a darme cuenta de que la genialidad literaria no es sino producto de un temperamento genial. La reconocida heterodoxia de Carlos, su posición vanguardista de los años 40, no era epígono de las vanguardias históricas, como se pensó, sino más bien antecedente de lo que en los años 60 empezó a conocerse como poesía experimental.

El sentido lúdico, su absoluta dedicación a una obra hasta los años 60 casi desconocida, con la intuición de saber lo que vendría, representa lo que muchos de él reconocemos: al modo de Baudelaire, Ory logró que el yo artista impregnara por completo al yo real, hasta llegar a ser el poeta más Oryginal desde la posguerra.

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