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De rencillas, imposiciones y pelotazos

Errores de gestión y la absorción obligatoria de extrabajadores de Delphi ahogan a la firma.

el 17 dic 2012 / 22:22 h.

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Decía ayer Domingo Ureña que no tiene muchas esperanzas en las fechas, cuando se le preguntó sobre las expectativas de que se cierre este capítulo de Alestis el viernes tras la junta de accionistas. "Si viviera de las fechas y las promesas... Seguimos en el mismo sitio en el que estábamos el año pasado".

En numerosas ocasiones reiteró que Airbus no es quién para decirle a los accionistas qué hacer con su empresa, aunque los hechos indican lo contrario. Primero, porque es el constructor europeo el que está proporcionando el oxígeno financiero que ha evitado la muerte industrial de Alestis y le está permitiendo mantener la actividad. Y, segundo, porque impulsó la defenestración del consejero delegado de la andaluza, el empresario vasco Gaizka Grajales, por pérdida de confianza, una vez que se destaparon numerosos problemas de mala gestión que habían empezado a afectar al desarrollo de sus dos contratos principales, la panza y el cono de cola del A350.

El origen del actual bloqueo reside en que, aunque Grajales dejó de estar al frente del consejo de administración, ha mantenido una participación mayoritaria en su capital, lo que ha supuesto una traba continua a los planes de Airbus. A esto se suma, además, que, cuando se gestó Alestis sobre la base de la antigua Sacesa y con la llegada de Alcor y sus plantas vascas, andaluzas y brasileñas, sus activos se valoraron en 62 millones de euros, la mejor baza para que Grajales haya pedido una cantidad exorbitante como condición para despejar el camino a Airbus en el seno de Alestis.

La solución pasa, reseñó Ureña, por que "los accionistas sepan lo que quieren hacer. Hoy me consta que no lo saben", apostilló.

Y falta aún por mencionar el principal lastre para la empresa. La incorporación a su plantilla por la fuerza -condición impuesta por la Junta- de 320 extrabajadores de la extinta Delphi, lo que infló la nómina de unos trabajadores que, sin contar con la formación necesaria en el sector aeronáutico, no acompasaron la carga de trabajo esperada y se convirtieron en una losa.

"Una empresa no se rige por periodos de elecciones de cuatro años", reflexionaba ayer Ureña. Con esas palabras arrojaba la clave: una compañía falla cuando no es la gestión empresarial la que impera, sino la política.

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