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De vuelta con esperanza

Ayer terminó, en el aeropuerto de San Pablo, el periodo de acogida de niños de Chernóbil en Andalucía. No se escuchó ni un ‘adiós', sólo ‘hasta luego'

el 09 ago 2010 / 20:02 h.

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"Ese pequeño que ves ahí es nuestro Kola. El día que llegó se escapó de su nuevo hogar. Él, entonces, no lo consideraba hogar. Lo encontramos pronto, iba corriendo por la calle. Decía que así, corriendo, volvería a Misnk." El pequeño Mikalai, bautizado Kola en La Algaba, ayer volvió a su hogar, en Bielorrusa. Minutos antes de embarcar hacia el destino, en el aeropuerto de San Pablo, se apoyaba sobre una gran maleta llena de ropa para el invierno, juguetes y mucha comida envasada. No lloraba, estaba feliz de volver con sus padres. Pero de reojo miraba a su familia sevillana: después de 40 días, el pequeño de siete años deja atrás al que ahora también siente como un hogar. "Los comienzos nunca fueron fáciles", confiesa Sandalio Calvo, monitor del programa de acogida de niños bielorrusos de Chernóbil llevado a cabo por la Parroquia Nuestra Señora de las Nieves de La Algaba. En ella, desde el pasado 28 de junio, 12 niños han disfrutado de unas vacaciones, con todo lo que el término vacaciones conlleva. Y son sólo 12 de los 460 pequeños que hasta ayer, a las 12.15 horas, la hora del último vuelo de regreso a Misnk, vivieron en Andalucía gracias a la iniciativa de la Confederación de Hermandades Santos Cirilo y Metodio, cuyo objetivo es mejorar la situación de salud de niños bielorrusos.


Para que así sea, lo que se destacaba de las vacaciones: viajes a la playa, baños en piscinas, excursiones a otros pueblos y muchos helados. Pero también, y ante todo, revisiones médicas llevadas a cabo por el Servicio Andaluz de Salud, la Clínica Infanta Luisa, la Clínica Santa Isabel, el Colegio de Médicos, el Colegio de Odontólogos y la Facultad de Odontología.

De este modo, los niños de entre siete y dieciséis años regresaban ayer a Bielorrusa, algunos con lágrimas en los ojos, otros con sonrisas nostálgicas, todos con maletas siete veces más grandes que las que trajeron y, lo más importante, con una mayor esperanza de vida: "Al pasar periodos fuera de la zona contaminada por la catástrofe de Chernóbil, la vida de estos pequeños se llega a alargar entre año y año y medio", explica Sandalio.

Así, mientras tachaba los nombres de aquellos que iban facturando su equipaje, el monitor y también familiar de acogida animaba a sus vecinos recordándoles que "el año que viene vuelven". Y con ello volvía a recordar que "los comienzos nunca fueron fáciles": la normativa bielorrusa impidió en el verano de 2009 que pudieran salir del país aquellos niños que lo hubieran hecho en más de tres ocasiones, así como los mayores de 14 años. De ahí, la unión de 28 hermandades y asociaciones de Sevilla, provincia, Málaga, Huelva y Cádiz en la Confederación Santos Cirilo y Metodio, que dio solución al obstáculo. "No es un adiós, es un hasta luego" volvió a ser la frase del aeropuerto. Sobre todo la repetía Nelly, la monitora bielorrusa que acompañaba a los niños: "Sevilla: sol, buena comida. Es vida. Lo que necesitan mis niños", remarcaba con fuerte acento.

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