-¿Qué diferencia a Sevilla de otras ciudades en materia de inmigración?
-Fundamentalmente es el porcentaje, la presencia de personas que vienen a vivir a la ciudad [un 4% de la población de la capital, 29.954 según el censo del Instituto Nacional de Estadística de 2008]. Si atendemos a esta circunstancia, se puede decir que el fenómeno de la inmigración está todavía en una fase inicial. Aquí existen unas características que se acercan a las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, que tienen cifras de inmigrantes muy elevadas, aunque comparten que las personas que llegan lo hacen para trabajar y mejorar sus condiciones de vida. Son ciudadanos de países en vía de desarrollo, gente en edad de trabajar... Un fenómeno que para nada puede compararse con el tipo de inmigración que hay en la Costa del Sol, por poner otro extremo, donde los que llegan lo hacen para disfrutar de su jubilación.
-¿Cuál es la situación actual del inmigrante en la ciudad?
-Están, en general y por lo que hemos visto por sus respuestas en la encuesta, en una buena situación. Alrededor del 53% de los inmigrantes censados trabajan. La mayoría tiene el permiso de residencia, al menos temporal si no es definitivo... La cuestión es que están todavía en un momento inicial, pues llevan de media entre siete y diez años aquí. Eso se nota en el tipo de demanda que hacen y en que no se hayan implicados en otros aspectos de la ciudadanía, algo que sería bueno también para ellos y para la sociedad.
-¿A dónde puede llegar la situación en los barrios sevillanos si no se toman medidas?
-Podría parecerse a la situación que viven los inmigrantes del Raval en Barcelona o Lavapiés en Madrid, donde hay tal concentración de inmigrantes que se puede decir que son prácticamente guetos.
-¿Cuáles serían las políticas que debe llevar a cabo la Administración para evitarlo?
-El Gobierno municipal tiene la llave. Sobre todo hay que promover medidas en cuanto a políticas de vivienda. Los inmigrantes tienen que tener acceso a vivir en zonas diversificadas de la ciudad. La tendencia que se ve es evidente: los inmigrantes viven donde pueden costearse las viviendas, en barrios antiguos donde la compra en segunda mano les permite tener su propia casa. En el tema de los servicios públicos también hay que incidir. Hay que fomentar que, como cualquier otro ciudadano, la persona inmigrante los utilice, por lo que hay que diversificar la oferta y tampoco concentrarla en unos cuantos barrios.
