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Del "estaba agobiado" al "no sabría decirle"

Un lenguaje absolutamente coloquial y cultismos judiciales se mezclaron en el relato que hizo Miguel sobre la muerte de Marta

el 18 oct 2011 / 21:27 h.

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La declaración de Miguel Carcaño , más allá de que no hiciera concesiones a la galería y mantuviese un tono tranquilo y nada afectado, fue un extraño batiburrillo compuesto por dos formas muy distintas de hablar. Miguel alternaba frases coloquiales como "me comí las pastillas", "estaba mosqueado" y hasta "me deshací [por me deshice] de la navaja" con otras que no encajaban en semejante molde, como "no sabría decirle" -la que más usó cuando le preguntaban detalles concretos-; "yo asumo mi responsabilidad", "no tuve intención de matar" o el modo en el que se refirió durante toda su declaración a su amigo Javier García -que tenía 15 años y por eso fue juzgado por un tribunal de Menores-, al que en su pandilla primero llamaron Javi, luego apodaban el Cuco y a quien Miguel llamó durante toda su declaración, sin excepción, "el menor".

Ni una sola vez se le escapó el nombre de quien, según su relato, lo ayudó a deshacerse del cadáver pese a que no estuvo implicado en la muerte de Marta.

Abundaron esas expresiones al abordar los aspectos más espinosos del caso, es decir, los que pueden hacer que la balanza se incline hacia una pena mayor o menor, hacia un homicidio o un asesinato. "No tenía intención de matar a Marta, quería dejar de discutir porque estábamos alterados", porque "nos acaloramos", dijo Miguel cuando le preguntaron por qué la golpeó con un cenicero en la cabeza. Si la mató de un solo golpe, por accidente y sin pensar que podría ocurrir, se trataría de un delito de homicidio castigado con cinco años de cárcel, lo que pide para él su abogada defensora.

Si en cambio hubiese querido acabar con su vida le correspondería estar encerrado 20 años por un delito de asesinato.

Miguel había decidido responder a todas las preguntas del interrogatorio, algo que nadie se hubiera atrevido a aventurar el día anterior. Podría haberse negado a hablar, o contestado sólo a las preguntas de su defensa para evitar caer en preguntas trampa, y dado que hasta ahora ha sido un verso suelto podía esperarse que hiciera cualquier cosa, puesto que ha ido cambiando sus historias sin avisar ni siquiera a sus abogados: incluso hubo uno que renunció a defenderlo después de uno de estos giros inesperados.

Su declaración atravesó fases muy claras: en el turno de la acusación pública se explayó en sus explicaciones, hasta el punto de adelantarse a las preguntas que le hacía el fiscal, que realizó un interrogatorio elegante y preciso con el que Miguel debió de sentirse cómodo, porque no eludió ninguna pregunta. Su forma de expresarse era fluida y llana: dijo que acusó al Cuco de violación para "echarle más delitos encima" porque él había acusado a su hermano y porque estaba "todo agobiado" después de un mes en prisión; que recogió de su habitación "la ropa y esas cosas"...

Hasta que el fiscal planteó que al contar que entre él y el Cuco habían violado a Marta había dado muchos detalles, y muy precisos para ser inventados. Miguel insistió un par de veces en que se lo había inventado, reiterando sin dudar que "mintió" para acusar al menor y para que no lo enjuiciara un jurado popular, pero a partir de ahí comenzó a responder con monosílabos. Luego contestó al resto de abogados, pero dejó de aportar detalles y comenzó a hundirse en una retahíla de "no sabría decirle" y "no lo recuerdo". Sólo se alteró cuando el abogado de su hermano le preguntó por la carta que le dejó cuando intentó suicidarse en prisión: "Eso es entre mi hermano y yo", sentenció tajante.

El último turno fue el de su letrada. Y comenzaron las explicaciones mejor encadenadas: "Yo asumo que le di el golpe, pero no me llevé el cuerpo", "No tenía intención de matar a Marta" o, en alusión a la primera vez que fue al piso para explicar al juez y los investigadores cómo se había producido el crimen, "esa reconstrucción es la verdad de lo que pasó". Su declaración, que duró dos horas y media, acabó cuando su abogada la preguntó, de nuevo, por el cuerpo de Marta, lo que le permitió abrochar sus palabras: "No sé dónde está el cuerpo", concluyó antes de volver al banquillo de los acusados.

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