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Del futuro a la prehistoria en una noche (65-52)

El entrenador Vincent Collet supera en la pizarra claramente a su homólogo en el banquillo rival, Juan Antonio Orenga, y deja al anfitrión fuera de las medallas.

el 11 sep 2014 / 00:09 h.

FRANCIA - ESPAÑA El pívot francés Michael Gelabale disputa el balón con Pau Gasol. Foto: EFE. Los telepredicadores gastrónómicos que abundan últimamente en el panorama televisivo han insistido hasta el empacho en considerar al perejil como un mero ingrediente decorativo para sus ingeniosos platos. Hasta ayer a las doce menos cuarto de la noche, Vincent Collet era un entrenador perejil; un convocajugadores que lo único que hacía era presentar una lista de unos cuantos nombres para disputar cada campeonato. El mérito de los éxitos de Francia se debía a Tony Parker, Boris Diaw o Nico Batum. El juicio se ha revelado falso. El técnico galo preparó de forma magistral el partido llave hacia las medallas y demolió de un soplido el castillo de algodón en el que se había parapetado España. El equipo de Juan Antonio Orenga, el más talentoso de la historia del baloncesto patrio, acaba un ciclo de manera fea e injusta. Superado en la pizarra por un rival inferior, descosido en todas sus junturas y abatido por una decepción infinita. España no supo atacar, estuvo rígida en defensa y nadie en el banquillo supo remediar con cambios o con órdenes este panorama. Francia tuvo un plan, Orenga un plantel, al que no supo preparar para la cita decisiva. El equipo que enseñó al resto del deporte español que a un partido de cuartos de final había que salir a disfrutar y no a temblar, tiritó. En apenas 40 minutos, el retroceso fue de décadas. La deconstrucción fue tremenda. Los jugadores franceses siempre estuvieron un paso por delante, fueron al rebote con más fuerza y disfrutaron de su trabajo, aunque lo que tocaba era defender como jamás lo habían hecho antes. Pero risa, siempre risas en el equipo. Heurtel tenía en el menú del día una elección indigesta: tres bases de estela NBA. Los engulló de un bocado. Diaw tiró de sabiduría para contrarrestar los centímetros de menos que les separaba de los gigantes hispanos. Todas esas cosas se logran cuando un entrenador planea y desarrolla una estrategia. España no tuvo nada de eso. La autogestión se fue por el desagüe, la dirección deportiva de la Federación siempre creyó que en este equipo lo de menos siempre era el técnico. Había tanto genio en la pista, que con un poco de perejil el plato ya quedaba listo. Mejor un entrenador que no ponga mala cara rodando anuncios, que uno que insista en que lo importante es la competición y no la teletienda. A pesar de todo este panorama, la autogestión, encabezada, por Pau Gasol y a ratos por Navarro, mantuvo la esperanza de una reacción. Pero faltaron fuerzas y decisiones para encauzar un partido que desde el minuto uno pintó feo, muy feo. La decepción es mayor que aquella del Mundial de 1986. En el partido fatídico ante Brasil, España jugó sin Epi y se encontró con uno de los mejores tiradores de la historia del baloncesto, Oscar Schmidt. Ayer España perdió con un equipo manifiestamente inferior al que la mala dirección y preparación del partido le hizocrecer hasta creerse invencible. Todo ha caído hecho trizas. Hay jugadores que han hecho tanto por el baloncesto y por el deporte español, que no merecían esa guillotina mortal.

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