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Demasiada gente en la nueva Alameda

La inauguración el pasado sábado de las obras de reurbanización de la Alameda de Hércules supone, por encima de cualquier otra consideración, una gran noticia que constata la recuperación para la ciudad de una zona emblemática, degradada durante demasiado tiempo.

el 15 sep 2009 / 20:12 h.

La inauguración el pasado sábado de las obras de reurbanización de la Alameda de Hércules supone, por encima de cualquier otra consideración, una gran noticia que constata la recuperación para la ciudad de una zona emblemática, degradada durante demasiado tiempo. Ése es el asunto que debe primar sobre el retraso de casi año y medio en la ejecución de los trabajos y los desperfectos con los que, según ha reconocido el propio ayuntamiento, se ha inaugurado pese a la importante inversión y los posteriores modificados a los que ha tenido que verse sometida. El consistorio ha hecho lo más importante tras años de abandono, si bien resulta exigible que no se dejen de lado aspectos sensibles como el cumplimiento de los plazos previstos y la entrega de una obra terminada y en perfecto estado por parte de la empresa adjudicataria. Cuestión distinta es la conveniencia de que la recuperación de la Alameda haya sido un proyecto demasiado participativo, lo que ha podido contribuir al resultado final, más que discutible en cuanto a la estética. El eslogan la Alameda que te gusta, surgió como símbolo de un proyecto que sería permanentemente fiscalizado por los vecinos de la zona. A ello se prestó también el prestigioso arquitecto, Elías Torres, quien viajó en muchas ocasiones a Sevilla para anotar las modificaciones o sugerencias que le iban aportando los distintos colectivos que opinaban sobre el proyecto. Parece evidente que aquella hipertrofia participativa ha derivado en un resultado final que no ha terminado de convencer ni a los vecinos ni al ayuntamiento y mucho menos al arquitecto que diseñó cómo sería el nuevo pulmón verde del Casco Histórico. Es bueno para la democracia que los sevillanos se impliquen y participen en la gestión pública. Pero es el ayuntamiento democráticamente elegido, el que debe decidir un proyecto de tal magnitud después, eso sí, de escuchar a todos. La Alameda ha sido tan participativa que al final no ha contentado a casi nadie, aunque lo principal sea que se ha recuperado para los vecinos y para Sevilla.

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