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Democracia neocensitaria

Hace menos de dos siglos la Democracia censitaria, la que sólo otorgaba el voto a los ciudadanos que producían rentas, parecía lo más natural del mundo: también parecía natural que, de ésos, únicamente votaran los varones ya que a su nombre estaban inscritas las propiedades en la inmensa mayoría de los casos.

el 16 sep 2009 / 03:14 h.

Hace menos de dos siglos la Democracia censitaria, la que sólo otorgaba el voto a los ciudadanos que producían rentas, parecía lo más natural del mundo: también parecía natural que, de ésos, únicamente votaran los varones ya que a su nombre estaban inscritas las propiedades en la inmensa mayoría de los casos. Aquel edificio lógico era perfecto pero -paradojas de la evolución social- cayó. El voto llegó a todos los hombres y, luego, a las mujeres y en el primer caso por objetivos puramente clientelistas (los primeros rifirrafes de las Cortes de Cádiz giraron en torno al voto de arrendatarios y aparceros mexicanos que aumentaban el peso de los diputados de aquellos territorios).

Hoy, mientras aquel sistema nos parece injusto, son los inmigrantes -sin voto en su mayoría, aun para las elecciones municipales- los que han posibilitado que Sevilla vuelva a recuperar los 700.000 habitantes y su ayuntamiento mantenga los 33 escaños. Otorgan peso de ley a la ciudad pero la Ley, regida por otro sistema, no les reconoce los quilates de la ciudadanía. Los "cinturones rojos" han dejado de existir hace años en las grandes ciudades.

Barriadas como San Jerónimo, antiguamente baluartes del proletariado industrial, consciente, partidario del fortalecimiento de las opciones públicas, han perdido rango: son núcleos de parias. Un ayuntamiento surgido de la alianza de toda la izquierda ha logrado que se reconozca el censo real de Sevilla pero ¿para qué si esos escaños los ocuparán mayoritariamente los designados por el voto de quienes creen que la administración pública existe para gestionar los problemas privados? Hemos llegado a otra democracia censitaria y, aunque únicamente fuera por su propio interés, las fuerzas de progreso tendrían que estar ya urdiendo los mimbres para cambiar la situación.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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