"Cuando en su día se cambió el nombre, ya dije que eso no era el Ministerio de Agricultura sino de tierra, mar y aire". Sonríe el público que acude a la conferencia de Lamo de Espinosa en una jornada convocada en Sevilla el pasado viernes por Unicef y el Instituto de Cuestiones Agrarias y Medioambientales (ICAM), donde se homenajeó al exministro y también presidente en España de FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Sin Ministerio de Agricultura tampoco hay ministro del ramo, hoy, al menos teóricamente, lo es la andaluza Rosa Aguilar, asiente la concurrencia, ésta será ministra de cualquier cosa, menos de la cosa agraria, comentan empresarios allí presentes así como la plana mayor de Asaja, impulsora del ICAM. Prueba de su inexistencia, dice el conferenciante, es que ni siquiera el Gobierno español ha elaborado informes alternativos a los borradores de la reforma que Bruselas acometerá en la Política Agraria Común, a la vez que apela a confiar en las universidades, como hacen otros países, para confeccionarlos de manera independiente para así contrarrestar los planteamientos de la Comisión Europea.
Al ser erradicado su nombre, añade Lamo de Epinosa, la agricultura española "desapareció de los medios de comunicación y de la opinión pública", de ahí que sus problemas no interesen y su crisis, pues, se agrave. Al nuevo gobierno que surja en España de los comicios del 20-N, le pide que recupere ese departamento, al que debería asignar también la política forestal.
Ramón Tamames, catedrático de Estructura Económica, ahonda en el "grave problema de la desagrarización de España", y apunta que, en la última década, nuestro campo ha sufrido el cierre silencioso de "una de cada cuatro" explotaciones. Por ello, clama por una renovada cultura agroganadera que propicie un campo potente, más tecnológico, más competitivo y más internacional, e incide en las posibilidades económicas y medioambientales de los bosques. "Hay que explotarlos, incluso los que están en tierras públicas, y reforestar para que sirvan de sumideros de CO2".
Jaime Lamo de Espinosa también se apunta a tal petición. "Si quien contamina paga, quien limpia el medio ambiente debería ser compensado, los productores forestales deberían tener ayudas". Sería un complemento para la actividad en el campo y -comenta- una de las bases para luchar contra la desagrarización.
"Es una crisis silenciosa de la que nadie habla". Así, detalla un crecimiento constante de la Producción Final Agraria (indicador que mide el valor de todo lo producido) y de la Renta Agraria (sin los gastos) hasta 2004, "desplomándose" a partir de ese año.
Sin embargo, esa crisis no está afectando en igual medida a la industria agroalimentaria, "porque parte de la producción [materia prima] que utiliza procede del exterior", aunque sí al conjunto del medio rural. "Que no se extienda el desolador panorama de Palencia", sugiere.
Pese a todo, el exministro dice ser optimista sobre el futuro del campo, "pues la humanidad está pidiendo más alimentación y más agricultura", y llama a eliminar las trabas a la biotecnología. "Luchar contra ella es absurdo, es luchar contra la ciencia, un error como con Galileo Galilei".