En Andalucía se realizan al año 60.000 intervenciones de cirugía estética, una de cada diez a menores, la mayoría para la colocación de prótesis mamarias. En Sevilla hay más chicas guapas por metro cuadrado que metros cuadrados, sin exagerar, según un amigo, feliz del descubrimiento en su primera visita a esta ciudad. Es cierto y, a poco que se fije una y sepa de lencería, detecta que, además de belleza, hay volumen, precisamente de lencería. Hubo otro tiempo en el que las mujeres soñaban mostrar un "tablero" tipo Audrey Hepburn, aquella mujer toda excelencia, en los mejores huesos de la historia de la belleza femenina, que de haber lucido un escote de esos que ahora toman las calles, habría perdido toda la sublimidad de su elegancia. No se si éste es un tiempo muy elegante, pero me temo que estamos en una idea de la elegancia muy lejos de aquella.
Hablo de elegancia, no de moda, de la que alguien dijo alguna vez que mientras las personas vulgares la siguen a ciegas, las personas de buen gusto pactan con ella. Si las niñas que quieren someterse a operaciones de cirugía estética, porque está de moda el volumen, tuvieran cerca una madre y un padre que las educara para saber pactar con la moda, seguramente acabarían convenciéndose de que pasar por el quirófano sin necesidad es una barbaridad.
Justamente para poner coto a esa barbaridad llega el decreto de la Junta de Andalucía por el que las niñas que quieran una de esas operaciones deberán someterse a un examen psicológico, para comprobar su madurez para afrontarla. Una decisión política para proteger a las menores, entre ellas tantas niñas absurdamente obsesionadas con unos pechos que desborden sus camisetas.
Periodista
