Menú
Cofradías

Descubriendo en Cuna la hermosura de la Señora de la Merced

el 17 abr 2014 / 23:20 h.

TAGS:

Hermandad de Pasión. / Foto: Carlos Hernández Hermandad de Pasión. / Foto: Carlos Hernández En la calle Cuna se intuía la salida de los pasos de la Hermandad de Pasión. Pasaban de las ocho y media de la tarde y desde la Plaza del Salvador se colaban los ecos de las saetas que les daban la bienvenida al Jueves Santo. Las luces de la calle se apagaron. Apareció la cruz de guía y se hizo un imponente silencio entre el público, que se amontonaba a ambos márgenes de esta estrecha vía. Los cirios rojos portados por el millar largo de nazarenos que hacen estación de penitencia con esta cofradía iluminaban los rostros expectantes de locales y foráneos, impresionados todos por la sepulcral quietud que precede a llegada del Señor de Pasión, humilde, portando su tradicional túnica lisa después de vestir el pasado año de forma excepcional la túnica bordada por Patrocinio López. Sencillo y en sigilo, recorrió Cuna portando la cruz, recordando a los presentes lo cerca que estaba la hora y el verdadero motivo que cada año pone a funcionar la pasión por las calles de Sevilla. El Cristo se venía acercando y ni los flases de los móviles se escuchaban, regalando una de las estampas más solemnes de la jornada del Jueves Santo. Tras él, un sinfín de penitentes continuaba esta gran marea de ruán negro que arropa a las imágenes de esta hermandad, la que más nazarenos pone en la calle en este día. La espera, lenta y pausada, se hizo larga, pero mereció la pena. Nuestra Señora de la Merced se iba aproximando, como delataba la saeta que resonaba en la lejanía del Salvador. Acompañada por la banda de Nuestra Señora de la Oliva de Salteras, iba abrazando con su manto azul la angosta calle, que por momentos se ensanchó para recibir a esta reina, cuya hermosura es desconocida para muchos y que deslumbra a quienes se acercan a esta talla, de Sebastián Santos Rojas, por primera vez. Quizá sea por la imagen del San Juan que la acompaña bajo palio, o tal vez el Señor de Pasión llega a eclipsarla, pero desde luego nadie queda indiferente ante su bello y elegante rostro. Cuna, que se rindió ayer a sus pies, tampoco.

  • 1