Local

Desde 1939 en Ciudad Jardín

Fundado por Protasio Verdugo, actualmente el local es regentado por su nieto, Pedro, que mantiene todo el sabor de este auténtico bar de barrio

el 04 nov 2011 / 06:56 h.

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La barra de Protasio es la que originalmente lucía el local en 1939. Decorando las paredes, imágenes de su fundador.

No había finalizado aún la Guerra Civil cuando abrió sus puertas este bar de esquina en la barriada de Ciudad Jardín, grupo de viviendas construidas al calor de la Exposición Universal de 1929 y reformadas en 1937. Éste es uno de esos sitios que uno duda si sacar en los papeles, porque al cronista quizás le gustaría que ciertos pequeños reductos de sevillanía, de buenas maneras y buen beber y comer, quedaran para los parroquianos habituales, gente del vecindario de toda la vida y para unos cuantos iniciados que, por fortunas de la vida, están en el conocimiento de lo que se le oculta a la mayoría. Yo le debo el favor a un paisano de la zona, Antoñito el vinagre que, a pesar de su apodo, es un tío simpático y buena gente, andará por ahí con su taxi, el que llevaba su padre, como el mío, con el estilo de los de antes.

Protasio, del latín Protasius, el Preferido, nombre significativo para aquel hombre que, cuando aún no se habían callado las armas de aquella España convulsa, abrió este remanso de paz en la Ciudad Jardín, bello nombre y bello proyecto que el tiempo, los políticos y la especulación, hicieron naufragar en Nervión y en toda nuestra maltratada ciudad. "El reloj va en contra mía", reza en un azulejo que firma el dueño del establecimiento, pero esa barroca expresión de tan sevillana consistencia, se convierte en carpe diem en esta esquina entre naranjos y cal antigua. Dentro ya, nos recibe una barra sinuosa como las curvas de una actriz italiana, es la original de la época, como la nevera que está detrás, un salón anejo tiene mesas para comer más cómodo, pero los auténticos, los que arreglan el país y le hacen las alineaciones a Mel y a Marcelino, están en la barra, con una caña fría o un catavinos de manzanilla la E de Argüeso. Aunque hay unos servicios como mandan las reglas municipales, se mantiene, por petición popular, frente a la barra, un antiguo urinario de esos que te dicen que está ocupado porque estas viendo la espalda del fulano con la cabeza agachada.

Los caracoles de Protasio son míticos en verano, uno de esos sitios de peregrinación para los incansables del chupeteo. Muy demandadas las papás aliñas (2,20/6,50 euros) con su buen tronco de caballa gaditana. Ya metidos en cocina, que elabora el propio Pedro Verdugo, aunque no es de nuestras tapas favoritas, probamos unas bien hechas manitas de cerdo (2,50 euros), muy bueno el menudo con garbanzos (2,50/7,50 euros), bien especiado aunque sin pique, tampoco son muy agresivas las famosas cabrillas (2,50/7,50 euros), pero sí bien cocinadas y sabrosas, Pedro hace unos tres kilos diarios. La pizarra es todo un repertorio de clásicos, a los ya citados se añaden las espinacas con garbanzos (2,20/6,50 euros), la sangre con pisto (2,20/6,50 euros), también hay pescado frito y algo de Alterio.

Para beber ya se cito la manzanilla de Argüeso, en la pared también se anuncia vermouth, que viene de Bollullos del Condado y se sirve con sifón antiguo, un lujo escaso, además una pequeña cava de vinos guarda algunas etiquetas de Rioja y Ribera, todas se sirven por copas, a 2,00 euros el pelotazo: Ramón Bilbao, Martínez Lacuesta o Añares (1,80 euros) de Rioja, de Ribera de Duero Viña Mayor y Prado Rey. Cuando llegue la hora, para final de noviembre, habrá mosto del Aljarafe.

Desde la foto mural de la pared del fondo, acodado en la barra, mira satisfecho el padre de Pedro, "por dedicarle toda la vida" es el homenaje de la tercera generación de honestos taberneros.

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