Merche Esmeralda, en un momento de su actuación en el Teatro Central. / J.M. Paisano
Escenario: Teatro Central, 18 de septiembre. Producción: Andanzas-TNT. Coreografía: Merche Esmeralda y Juana Casado. Dirección y adaptación: Juana Casado. Intérpretes: Merche Esmeralda, Diego El Boquerón, Jesús Guerrero, Lidia Mauduit. Música: Jesús Guerrero. Calificación: ***. Juana Casado nos sorprendió en la pasada Bienal de 2012 con una singular adaptación al lenguaje de la danza flamenca de la obra de García Lorca Los amores de D. Perlimplin
Con esta propuesta ha dado un giro de 180 grados para adentrarse de lleno en el terreno de la tragedia, aunque sin renunciar al simbolismo poético que caracterizaba la anterior.
El relato parte de un poema de Miguel Hernández y gira en torno a una mujer que pasa su última noche en la cárcel rememorando su vida hasta detenerse en el horror de la guerra. Al menos eso es lo que nos informa el programa de mano, pero por desgracia la historia que pretende contarnos no acaba de concretarse. Y es que, a fuerza de querer impregnar el relato de una atmósfera onírica y poética, la dramaturgia centra la narración solo en las letras de los cantes. Pero la poesía flamenca se distingue precisamente por su lirismo y aunque en ese sentido Juana Casado haya realizado una ardua tarea de adaptación, lo cierto es que los cantes no acaban de tener los elementos narrativos necesarios para la compresión de la historia.
Por otra parte, la puesta en escena tampoco acaba de conseguir implicarse de lleno en el relato. Las acciones resultan un tanto reiterativas y se limitan a describir la tristeza y la desolación. Ello imprime un ritmo un tanto denso. En ocasiones pareciera que no pasa nada. No obstante, cabe destacar la impronta neorrealista que envuelve las escenas, gracias al exquisito diseño de iluminación de Dominique You, el simbólico vestuario de Carmen Granell, la espléndida banda sonora compuesta e interpretada por Jesús Guerrero y la forma con la que Merche Esmeralda construye su personaje, fruto de la dirección y el concepto coreográfico de Juana Casado, así como del talento de la bailaora, quien desde la primera escena destila poderío, sensualidad y donosura. Sólo por ver su movimiento de manos ya podríamos darnos por satisfechos.
Y es que, a pesar de lo que podría parecer por aquello de la edad, en esta obra Merche baila mucho y muy bien. La coreografía, fruto de su colaboración con la directora, nos regala un sinfín de destellos sublimes. Sobre todo a partir de la primera mitad, cuando ella, imbuida en su personaje, se rebela taconeando por seguiriyas, o nos regala su vaivén de caderas por tangos, o cuando da rienda suelta a la elegancia que define su estilo bailando un pasodoble que precede a las bulerías finales, cuyos quiebros y desplantes dejaron sin aliento al respetable.
