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Desventura de Torretriana

Torretriana fue en principio una bendición porque levantarla en suelo público compensó las pérdidas habidas en la devolución del Edificio Presidente a sus propietarios cuando el Ayuntamiento se negó al cambio de usos y dio a la Junta un edificio de autor. Sáenz de Oiza, su arquitecto, llegó a Sevilla, vio el lugar con el río al lado e Itálica a lo lejos y se imaginó...

el 15 sep 2009 / 08:32 h.

Torretriana fue en principio una bendición porque levantarla en suelo público compensó las pérdidas habidas en la devolución del Edificio Presidente a sus propietarios cuando el Ayuntamiento se negó al cambio de usos y dio a la Junta un edificio de autor.

Sáenz de Oiza, su arquitecto, llegó a Sevilla, vio el lugar con el río al lado e Itálica a lo lejos y se imaginó una nueva tumba de Adriano, o sea, un nuevo Castillo de Sant'Angelo. Puesto en el carril del mito jugó en su interior con Cnosos, el Minotauro y la biblioteca de Alejandría y así le salió el estuco sangre de toro para las paredes y el estilo dórico de las columnas. A partir de la terraza del cilindro, en el segundo cuerpo cúbico, proyectó cafetería, comedor y salón de actos.

El edificio se terminó en medio de la crisis de 1993 (de la que ya nadie se acuerda) y Magdalena Álvarez intentó un nuevo ahorro, éste desafortunado. Al encajar una consejería más -la suya-, desplazó esos espacios: los servicios de restauración se fueron a lo que debería haber sido la entrada Norte, el salón al semisótano y sobre el Adrianeum sevillano cayó la mala fama, al no funcionar como su creador lo había concebido. Ahora que se proyecta otro edificio de nueva planta para consejerías quizás fuera la ocasión de devolver a Torretriana la fisonomía primitiva. Eso no ha de ser un "derecho" reservado sólo a los monumentos antiguos.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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