La Policía Nacional detuvo la semana pasada a Manuel G.G., un sevillano de 44 años de edad, como presunto autor de una violación a una mujer de 35 años, a la que agredió tras retenerla en contra de su voluntad en la sede la peña bética Los Príncipes, en el barrio que lleva ese mismo nombre, aunque no fue hasta ayer cuando se hizo público el arresto. El presunto agresor era, desde hacía tres años, el encargado del ambigú de esta peña fundada en 2001 y en todo ese tiempo los socios no habían recibido queja alguna de su comportamiento, sino todo lo contrario, el negocio iba bien. A pesar de ello el detenido, acusado de un supuesto delito de violación, contaba con antecedentes policiales por hechos de distinta naturaleza y ya ha pasado a disposición del juez, que ha determinado su ingreso en prisión, informó ayer la Policía. Hace unos meses siete u ocho los vecinos de la barriada habían empezado a notar ciertas anomalías como la luz encendida a altas horas de la madrugada cuando la peña estaba cerrada o que entraba en el local dando tumbos, como si fuera bebido, para dormir allí. Algunos vecinos se quejaban por lo tarde que cerraba. Así lo contaba ayer el presidente de la peña bética en los últimos nueve años, Manuel Santos, que afirma sentirse desmoralizado con todo lo ocurrido y quiere dejar claro que la peña es ajena a todo esto que les ha caído como una bomba. Ni los 70 socios ni la junta directiva tienen culpa de nada, se lamenta. A pesar de lo sucedido, para Manuel el detenido no es una mala persona, pero a veces bebía mucho. Reconoce que le prometía que eso iba a cambiar y que no pasaría más, que iba a reformarse, así que optaban por darle una oportunidad. El presunto agresor, que no reside en el barrio tampoco su víctima, está separado y vivía con sus padres. Según el relato de la Policía, Manuel G.G. llevó en la madrugada del pasado miércoles a una mujer de 35 años que había conocido en un local de ocio nocturno esa misma noche a la peña, ofreciéndole tomar allí una última copa. Sin embargo, los agentes recibieron una llamada de alerta de varios viandantes que avisaban de que había una mujer en ese local, con la parte superior del cuerpo desnuda y ensangrentada, y que pedía auxilio a través de una de las ventanas del bar que se encontraba cerrado al público. Cuando la Policía se personó en el lugar se escucharon ruidos de golpes y cristales rotos en el interior, así como gritos de una mujer, por lo que pidieron que abrieran. Un hombre que se encontraba totalmente desnudo y alterado fue, según el relato de los agentes, quien se encargó de hacerlo. Al entrar se encontraron a una mujer con el torso desnudo y la ropa rasgada que presentaba heridas superficiales y les pedía ayuda señalando que el hombre le había golpeado y agredido sexualmente. El local estaba lleno de cristales rotos en el suelo y una parte estaba destrozado, muestra de un fuerte enfrentamiento, mientras que el hombre presentaba un arañazo en la cara. Los agentes detuvieron al presunto agresor y la mujer fue trasladada al Hospital Virgen del Rocío para ser asistida por las heridas superficiales que presentaba en la boca y el torso. Las primeras diligencias determinaron que, tras entablar conversación con el detenido, éste le propuso tomar una última copa en un bar del que era encargado y que se encontraba cerrado al público, a lo que la mujer accedió. Unos minutos después, el detenido intentó mantener relaciones sexuales con la mujer a lo que ésta se opuso, momento en el que él reaccionó de forma agresiva tirando vasos al suelo y contra la barra del bar y amenazando a la mujer con cortarle el cuello si no accedía a lo que le pedía. Debido a esta actitud se vio obligada a mantener relaciones con su agresor al temer por su vida.