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Devolución de impuestos

Conocido ya quiénes ocuparán el Ejecutivo central en el próximo curso, una de las primeras medidas fiscales que se vislumbran a corto plazo es la famosa devolución de 400 euros a los contribuyentes del IRPF, que se incluía en el programa del PSOE.

el 15 sep 2009 / 01:40 h.

Conocido ya quiénes ocuparán el Ejecutivo central en el próximo curso, una de las primeras medidas fiscales que se vislumbran a corto plazo es la famosa devolución de 400 euros a los contribuyentes del IRPF, que se incluía en el programa del PSOE. Su procedencia desde la ortodoxia económica es de libro: se trata de una transferencia de renta a unos consumidores retraídos realizada por un sector público con el superávit amasado durante una época de auge. Con esta acción anticíclica se buscaría amortiguar los efectos negativos de la incertidumbre y de la desaceleración de estos días. El Gobierno vendría, asimismo, a dar la señal de que se da por enterado de los riesgos que amenazan la estabilidad económica, uniéndose a la política expansiva de las autoridades monetarias americanas y europeas. Estamos, por tanto, ante una receta de manual frente a lo que pueda venir, pero, ¿podemos afirmar que esta mejora de la capacidad adquisitiva de los ciudadanos actuará realmente como estímulo a la economía española en estos momentos? ¿Y hasta qué punto si la respuesta es que sí? Este tipo de cuestiones los economistas las vienen a formular del siguiente modo: ¿qué nos dice la evidencia empírica? Es decir, ¿cuáles han sido los efectos en el pasado de experiencias similares?

Pues bien, Nicholas S. Souleles firmó en 2006 en la American Economic Review un estudio titulado Household Expenditure and the Income Tax Rebates of 2001 (Gasto familiar y la devolución del impuesto sobre la renta de 2001) en el que demostró que las devoluciones fiscales para estimular la economía puestas en marcha en 2001 en EEUU efectivamente contribuyeron a la recuperación económica. Estas devoluciones buscaban dar respuesta a la desaceleración anunciada para ese año. Cerca de dos tercios de los hogares estadounidenses se beneficiaron, recibiendo entre 300 y 600 dólares. Utilizando datos de la Encuesta de Gasto al Consumo, Souleles pretendía determinar en qué se gastó la gente estos aumentos de renta disponible. Las conclusiones son que, durante los tres meses en que se estuvieron recibiendo los cheques, el hogar medio gastó entre el 20% y el 40% en bienes no duraderos. Al cabo de seis meses, cerca de dos tercios de la devolución había sido gastada. Según el estudio, las devoluciones incrementaron el gasto en consumo de bienes no duraderos un 2,9% en el tercer trimestre de 2001 y un 2,1% en el último trimestre, un impulso significativo que coincidió con la recuperación de la economía. Es decir, la medida fue realmente eficaz de cara a su objetivo de incitar al consumo.

El estudio también halló que los hogares con menos renta o liquidez fueron los que consumieron una mayor parte de la devolución que el hogar medio. De ello se desprende que una política como la estudiada es tanto más eficaz cuanto más se dirija a las familias más pobres donde la propensión marginal a consumir es mayor. Y éste tal vez sea el problema de la solución española. Al plasmarse como devolución del IRPF no beneficia ni poco ni mucho a las familias con rentas más bajas y pierde, así, parte de su eficacia potencial. También entendemos que al articularse de ese modo, a través de la declaración de la renta, las ayudas a las familias ganan en sencillez operativa, y que el apoyo para el fomento del consumo entre las rentas más bajas está previsto en un nuevo paquete de medidas.

Catedrático de Hacienda Pública

jsanchezm@uma.es

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