Economía

Diario de una bici y una carpeta de currículum

Como cada día, José Luis, vecino de Madre de Dios, afronta una jornada de búsqueda de empleo. La crisis del ladrillo le sumergió en el paro hace ya dos años, pero no se desanima

el 02 dic 2009 / 19:43 h.

A eso de las seis de la mañana, casi de forma automática, se le abren los ojos y ya no puede volver a dormir. Como cada día, desde hace ya muchos meses, una única cuestión le ronda la cabeza. A ver si hay suerte y hoy me sale algo de trabajo.

Carpeta azul bajo el brazo repleta de currículum. Toca barrer las naves de alrededor de su barrio, Madre de Dios, y probar fortuna. "Cojo mi bici y me doy una vuelta. A veces me llego por las obras de Sevilla Este para ver si les hace falta una mano y otras hago alguna entrevista de trabajo, pero la cosa está muy mala".

Al último proceso de selección al que acudió hace unos días se presentaron otros cuarenta candidatos. ¿Y para qué puesto era? "Para repartidor de publicidad".

José Luis tiene 26 años y una familia. Vive con su pareja y con dos hijos -una niña de 9 años y un niño de 5- en un piso pequeñito de Madre de Dios. Pero desde el próximo lunes su casa será la vivienda, muy próxima, en la que vive su suegra.

No le ha quedado otra que alquilar la suya a una familia de ciudadanos chinos, a los que vio por el barrio buscando teléfonos de pisos, para poder así hacer frente al pago de su hipoteca.

"Me lo compré hace tres años. Entonces trabajaba de albañil y las cosas iban bien. Con la crisis se terminó y nos echaron a todos". De eso hace ya dos años. La prestación por desempleo también acabó y ahora recibe una ayuda familiar de 421 euros, que "iba íntegra a pagar la casa". Con el alquiler confía en estar más desahogado, sobre todo, con la Navidad y los Reyes a la vuelta de la esquina.

"Lo más duro de todo es cuando mis niños me dicen papá vamos a algún sitio o cómprame esto y yo les tengo que decir que no hay dinero".

Sólo se arrepiente de una cosa. De haber dejado tan pronto de estudiar. Lo hizo con 12 años y entonces "mi padre me dijo que si no quería estudios, tendría que ponerme a trabajar".

Hoy día está muy orgulloso de que sus hijos hayan salido "estudiosos" y les anima a seguir por ese camino. "Yo no soy un ejemplo a seguir. Lo único que les diría a los menores de edad es que sigan estudiando para que se les abran oportunidades de futuro. Yo no veía que los estudios fueran algo rentable y ahora me arrepiento", explica mientras pasa junto a una oficina de Talleres Prelaborales del barrio.

Tras haber hecho cursos de fontanería, jardinería o de mecánica, entre otras cosas, se ha apuntado a esos talleres pero tiene que esperar a enero para que lo llamen. De ellos puede conseguir un trabajo para unos meses por el que cobraría algo más de 600 euros.

Al salir de casa, y tras dejar el currículum en algún comercio cercano "por si sale algo", ha parado a tomar un cola-cao en el bar donde trabaja su suegra y saluda a muchos vecinos.

Algunos de ellos -porque el barrio "es como un pueblo, todos nos conocemos"- se quejan de cómo está la situación, pero le dicen que si mejora y salen algunos trabajillos igual dentro de un tiempo podrán avisarle.

Otro vecino, un señor mayor, le detiene en su ronda habitual para comentarle que se le mueven unos azulejos de la cocina y que, como es tan manitas, a ver si en un rato se los coloca.

José Luis mira el reloj. Pronto darán las dos. Es la hora de ir al cole a recoger a los pequeños.

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