Para alcanzar el esplendor de la fiesta, única en el mundo, es necesario encauzar un torrente de espiritualidad y sentimientos, el mismo que afianza a todo un pueblo no sólo en sus creencias sino en sus signos de identidad. Y ello requiere un tiempo y un ritmo preciso, en el que cada sevillano prepara y se prepara para la gran celebración. Eso es la Cuaresma. Llegan los días anhelados, los de los primeros azahares y las tardes de quinario; aquellos días soñados de la adolescencia en los que encargar el capirote en la Alcaicería, o acudir a la hermandad a buscar la bolsa de la túnica, se convertían en verdaderos ritos iniciáticos de la vida cofradiera. Hoy, con el paso de los años, aún son más hermosos aquellos tiempos melancólicos de la espera, y casi puedo palparlos, escuchando, entre el repaso a los libros de texto del colegio, los programas radiofónicos que nos transportaban a la Gloria misma. Suenan como ecos en las bóvedas de mi memoria las sintonías de Saeta o Sentir cofradiero, y repaso las ya descoloridas fotografías de imágenes, las postales del escudo de oro y las vetustas convocatorias de culto. Era la Cuaresma, que rompía la espera de todo un año y nos regalaba la inmediatez de lo sagrado, la grandeza del Dios que volvía a manifestarse en su carne de madera, la presencia de la Madre del Cielo que bajaba del camarín hasta su paso de palio Días anhelados desde siempre y para siempre. Están aquí como un regalo precioso, como un cielo celeste y algo nuboso el primer cielo de la primavera tachonado de viacrucis, funciones de instituto, ensayos de costaleros, besapiés y besamanos, pregones y preparativos de nuestros más íntimos ritos. Cuaresma en Sevilla, días anhelados de una dulce espera, que terminan siendo razón de todo un año. Cinco semanas para preparar todo lo que da esplendor a los días grandes que se alcanzan el Domingo de Ramos. Que nuestro corazón se prepare también en la autenticidad cristiana como nuestra alma se dispone a gozar de ese milagro de Dios en las calles que es la Semana Mayor sevillana. ~