Cada vez más mi capacidad de asombro se desborda con nuevas noticias que se me antojan verdaderamente sorprendentes. Ayer me entero que una cadena privada de televisión va a estrenar una serie en la que cuenta el drama sufrido en Huelva por una familia que tuvo la desgracia de perder a una hija supuestamente asesinada. Y digo supuestamente, pues aún reconociendo el inmenso dolor de los padres (tan aireado a diferencia del de otros que también han sufrido esa pérdida, como en el caso de Jeremy, el niño de Gran Canaria, que aún no ha aparecido, lo que si cabe incrementa la angustia), en el presente caso el asunto judicial se encuentra sub iudice, pendiente de celebración de un juicio de jurado que enjuicie al presunto asesino.
Coincido en que se trata de una historia que puede motivar el guión de una serie, pero lo cierto es que para contar un relato de ficción basado en hechos reales, se ha de esperar al final de la misma historia para poder contarlo, pues sino se corre el riesgo que la ficción no sólo supere sino que contamine a la propia realidad. Más aún cuando esos hechos van a ser enjuiciados en un juicio de Jurado, en el que sus posibles componentes van a poder verse mediatizados por una versión de lo sucedido que podría influir sensiblemente en el resultado de su veredicto. En el caso Vaninkof, aun cuando hubo un juicio paralelo mediático, lo cierto es que a ningún medio se le ocurrió rodar una serie antes de la definitiva conclusión del sumario judicial. Y menos mal, pues a veces resulta que se producen vuelcos espectaculares, a la vista de las pruebas aportadas y que son los únicos elementos con los que se ha de contar para dictar sentencia. Ello sucedió en ese asunto, del que después, también, se hizo una serie. Por esas razones, ahora, entiendo que incluso cabría el secuestro de esa emisión extemporánea.
