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Dios y el César

Un príncipe de la Iglesia vaticana define la Ley parlamentaria del aborto, similar a otras, como el delito más grave, muy por encima del abuso sexual a menores practicado sistemáticamente por decenas de sacerdotes en Irlanda.

el 16 sep 2009 / 03:37 h.

Un príncipe de la Iglesia vaticana define la Ley parlamentaria del aborto, similar a otras, como el delito más grave, muy por encima del abuso sexual a menores practicado sistemáticamente por decenas de sacerdotes en Irlanda. Ante las barbaridades que dicen algunos representantes de la Jerarquía de la Iglesia Católica es difícil apostar por el silencio. Porque quienes minimizan delitos como el abuso sexual a niños, por parte de los sacerdotes católicos que tenían encomendada su educación espiritual y física, son los mismos que durante décadas ocultaron sin vergüenza tales prácticas en nuestro país.

Los mismos que piden prohibiciones y cárcel por el aborto son los que, abusando de su posición de poder, esquivaron la justicia e hicieron que el "pastor descarriado" fuera trasladado lejos de sus víctimas, como único castigo.

Al fin y al cabo, dicen, es peor matar a un niño, ¿niño?, que traumatizarle. Da miedo pensar en los resultados de una investigación similar a la irlandesa hecha sobre sacerdotes pederastas durante el franquismo. El Cardenal Prefecto de la Congregación por el Culto y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio Cañizares, lo resuelve diciendo que la Iglesia sabe pedir perdón y olvida que le cuesta siglos, como con Galileo o la Inquisición.

Y es que los fundamentalistas vaticanos se resisten a dar al César lo que le corresponde. Sobre ello se habla en el nuevo libro de Luis García Montero, Mañana no será lo que Dios quiera, un homenaje a Ángel González, su amigo poeta.

En esta novela, crónica de una vida y una estirpe, si te buscas, te encuentras; o hallas algo de aquello que quisieras ser; o lo que te gustaría que definiera a tu país. Ser como el padre del poeta, Pedro, quien "mantuvo siempre los hábitos rigurosos del profesor ateo y republicano (?) exigía respeto para su conciencia y respetaba los credos o las costumbres de los demás". Pero a sus descendientes les toco sufrir todo lo contrario. Una intolerancia política y religiosa que ahora reconocemos en las citadas palabras cardenalicias. Que no sea, nunca más, lo que su dios quiera.

Periodista. opinion@correoandalucia.es

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