La pizarra de Paco Jémez, técnico de Las Palmas, incuba desorden posicional ofensivo, anarquía y oleadas de desgobierno e inspiración. El once canario es pura improvisación, atrevimiento y descontrol.
Y el Betis de Pepe Mel, orden, disciplina, equilibrio y calidad, es incapaz de congelar el ritmo oponente cuando el encuentro nace con electricidad. Es su principal defecto. Con el factor sorpresa incontrolado, el once heliopolitano es relativamente vulnerable. Con la ausencia de Belenguer en la zaga y el clásico 4-4-1-1 en liza, el Betis trató de asumir el protagonismo.
Los excesivos espacios que liberaba Las Palmas en las transiciones fueron el principal aliado de un bloque que adoleció de un conector con Rubén Castro. Emana, desquiciado por las decisiones de Lesma López, apenas aportó y la necesidad de recurrir a prolongadas internadas por la banda comprimieron el amplio repertorio de opciones en ataque.
Fue en la segunda mitad cuando Mel reprogramó su apuesta, concedió el protagonismo a Israel y Ezequiel y sacrificó a Momo y Caffa, lentos en la elaboración. Sin Emana, expulsado, y con 1-2 en el electrónico, el ex del Rayo optó por dibujar un eventual 4-1-3-1, con Iriney entre líneas y Beñat en la contención, aunque el 2-2 de Sergio Suárez aniquiló cualquier pronóstico.
