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Do ut des

Do ut des, decían los romanos. Doy para que me des, significando reciprocidad, sinalagamticidad, una relación causa-efecto entre lo que hace uno y lo que hace el otro. Te doy para que me des, la base de los contratos y de las relaciones sociales. La base, también...

el 16 sep 2009 / 05:51 h.

Do ut des, decían los romanos. Doy para que me des, significando reciprocidad, sinalagamticidad, una relación causa-efecto entre lo que hace uno y lo que hace el otro. Te doy para que me des, la base de los contratos y de las relaciones sociales. La base, también, de muchos de los delitos, incluyendo el cohecho. La relación entre el funcionario que hace algo que no debe, y el particular que le paga para que así actúe, se tipifica en nuestro Derecho Penal como cohecho. Y se castiga, porque es lo peor que puede hacer un funcionario público, traicionando sus deberes y su compromiso con la sociedad. En Valencia se juzga a todo un presidente de la Comunidad Autónoma por algo a lo que llaman "cohecho impropio", porque hay indicios de que ha recibido regalos, unos trajes que se han hecho famosos, de un amigo que aparte de amigo es empresario y trabaja para el gobierno que el primero preside. Sería impropio porque no encuentran indicios de que a cambio de tales regalos su gobierno hubiera beneficiado al amigo generoso. Una sutileza, sin duda, que a pocos convence. Tenemos un do, de naturaleza textil, sobre el que parece haber pocas dudas; no es que tengamos que obligar al presidente a demostrar que ha pagado en efectivo, sino que parece acreditado que alguien pago por él; o al menos, que los trajes estaban pagados, y es dudoso que se abonara su precio dos veces. Y tenemos un des, una empresa que ha campeado por Valencia como el Cid en sus tiempos, en tierra conquistada. Que no es una empresa limpia ni especialmente eficaz, pero que ha ganado cuanto concurso público al que se presentaba. Dicen que falta el ut, la conexión entre lo uno y lo otro. Yo sí la veo, porque nadie regala nada porque sí, sino porque se busca con ello congraciarse con el político, no agradar a un simple ciudadano. Y en los contratos se elige lo peor no porque se sea idiota o inútil, sino porque se premia al amigo. A mi modo de ver, la irraciona-lidad del sector público está muy sobrevalorada, hay mucho listo que se hace pasar por tonto. La conexión entre los dos hechos se puede presumir, porque la experiencia de la normalidad demuestra que uno se produce para que se dé el otro. Y las cosas se prueban también por presunciones.

Catedrático de Derecho del Trabajo

miguelrpr@ono.com

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