El Teatro de la Maestranza será escenario hoy, a las 20.30 horas, de una nueva resurrección, la de Doktor Faust, una visionaria ópera de Ferrucio Busoni, que inaugura la temporada lírica en el coliseo del Paseo Colón.
Y van... El director artístico del teatro, Pedro Halffter, vuelve a demandar oídos bien abiertos para disfrutar con uno de los títulos clave de la primera mitad del siglo XX. Doktor Faust toma el nombre del mítico texto de Goethe para pervertir luego, en su desarrollo, la leyenda germana. Y es que, lejos de lo que pueda parecer, la ópera de Busoni dista mucho de ser un título alemán. "El compositor va muy lejos, no divide su creación en actos, se vale de grandes coros y permite una inmensa libertad escénica", ha dicho Halffter.
Para escribir esta nueva página en la historia del Maestranza, el director de escena Peter Mussbach ha sido el fichaje elegido -avalado por el Festival de Salzburgo-. Suya es la producción, de 1999, que se verá hasta el próximo lunes 27 en Sevilla, una creación que, hasta la implantación de la nueva maquinaria en el Maestranza, nunca se podría haber soñado con traerla.
La escenografía, que requiere siete cambios escénicos en dos horas y media, es "una de las más espectaculares" vistas nunca en Sevilla, sino la más. Todo ello al servicio de una música, la de Busoni, cuya estética se mueve entre dos aguas, las de finales del siglo XIX y comienzos del XX, un terreno que domina a la perfección tanto Halffter como la Sinfónica de Sevilla y cuyos buenos resultados en estos repertorios ya se han comprobado con las anteriores funciones de El enano, Der ferne klang o Lulú.
Doktor Faust -encarnado aquí por el todoterreno barítono Christopher Robertson, que debuta en el papel- narra la historia de un hombre en el ocaso de su vida que decide vender su alma al Diablo (Mefistófeles) para que éste le consiga todo lo que se proponga.
Gran resumen. La tan atractiva como desconocida música de Busoni encuentra en Doktor Faust, la gran obra de su autor, un resumen musical de toda su carrera creativa expuesta en una partitura de enorme intensidad musical. Alejada estéticamente del verismo, guardando distancias con respecto a la influencia de Wagner y sin sucumbir a la modernidad proclamada por los compositores de la Segunda Escuela de Viena, la de Ferrucio Busoni es una de las grandes gemas del ocaso del realismo.
Una creación simbolista que ensaya moldes inéditos (una sinfonía, dos prólogos, un intermedio y una acción principal dividida en tres cuadros) y que alberga una de las representaciones más inquietantes y maduras del diablo, sombra constante de toda la ópera.
