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Domingo de Ramos

El ritornelo de la vida nos trae una nueva Semana Santa. En Andalucía, dentro de la general secularización, seguimos viviendo anualmente un itinerario marcado por conmemoraciones religiosas.

el 15 sep 2009 / 01:46 h.

El ritornelo de la vida nos trae una nueva Semana Santa. En Andalucía, dentro de la general secularización, seguimos viviendo anualmente un itinerario marcado por conmemoraciones religiosas, incluidas fiestas patronales, sobre tres ejes: la Navidad, la Semana Santa y el Corpus Christi. Han sido siglos de costumbres, de acopio de patrimonio histórico-artístico y de vivencias heredadas que afloran mantenidas por raíces familiares que se van transmitiendo de generación en generación. En la repetición de esas costumbres, ritos y tradiciones son fundamentales los niños. Quien lo ha vivido en la Semana Santa, conoce bien la ilusión infantil por ver los pasos, el ir conociendo las figuras pasionales, el ambiente festivo que rodea la feliz ingenuidad, la cera, los caramelos, el rataplán de tambores y cornetas y el vestir la túnica, bajando de los brazos de los padres, para llevar un canastito, una varita, hasta llegar a la mayoría de edad nazarena de primer cirio encendido. Es algo que no se olvida nunca, aunque en el curso de la vida se quiebre la participación, porque queda siempre en el hondón del alma y de la memoria el nostálgico deseo de la búsqueda del tiempo perdido. Por ello y por sus múltiples aspectos religiosos, de piedad y culturales, es eterna nuestra Semana Santa en la que cada uno puede sentirse identificado.

Y, con los ritos, el callejeo, el encuentro soñado, el rezo musitado y el Pregón mayor que la anuncia. Sabido es que la esencia del mismo es la autenticidad, la exigencia de una proclamación personal para entrañarse en los sentimientos de los demás. Una vez más, siendo fiel a ese principio, el Pregón de Sevilla respondió a lo que se esperaba del pregonero, que lo adobó con guiños, claves no ocultas, gracia, guasa e ingenio. Y, bajo su buen decir, discurrió la línea básica del sentimiento teñido de la melancolía que progresivamente va impregnando nuestra vida cada Semana Santa. Ese dulzor, suave, añorante, levemente triste que tan acertadamente sintetizó nuestro pregonero: "Cada Semana Santa, yo tengo una hebilla menos".

Colectivo de profesionales andaluces. vicenteplural@hotmail.es

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