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¿Dónde está mi casa?

José Garrido, Pepe para los suyos, es uno de los 15.000 enfermos de Alzhéimer que viven en Sevilla. A sus 76 años, su enfermedad no le permite recordar lo que hizo ayer y casi le ha dejado sin recuerdos. El olvido en el que está sumido hizo que pasara la tarde del jueves rondado por toda Sevilla buscando su casa

el 16 sep 2009 / 04:31 h.

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José Garrido, Pepe para los suyos, es uno de los 15.000 enfermos de Alzhéimer que viven en Sevilla. A sus 76 años, su enfermedad no le permite recordar lo que hizo ayer y casi le ha dejado sin recuerdos. El olvido en el que está sumido hizo que pasara la tarde del jueves rondado por toda Sevilla buscando su casa.

"No sé qué me pasó, pero me bajé del autobús y no sabía dónde estaba", explicaba ayer con una energía poco usual a sus 76 años. Pepe va todos los días a la sede de la Asociación Alzhéimer Santa Elena, en Los Remedios. Para ello coge el autobús en Triana y, tras pasar la mañana con un grupo de terapia, le acompañan hasta la parada de autobús que le lleva a casa.

El jueves su rastro se perdió en el autobús. Allí le dejaron los de la asociación, pero no llegó a su destino. Sólo recuerda que no conocía el lugar al que llegó y que "cuando todavía había sol, estaba en un sitio con casas, árboles y gente", que no conocía de nada. Era la barriada Fuente del Rey, tras el hospital de Valme. Antes de las 22.00 horas le encontraba allí una mujer que "se extrañó que le preguntara si sabía donde estaba el Centro de Sevilla", relata su esposa Dolores, 18 años más joven que él. Fue esa señora quien la llamó a ella y así pudieron encontrarle.

Antes, gracias a su móvil con localizador, sabían que se había movido de Los Bermejales hasta la Gran Plaza, y que pasó por la avenida Menéndez Pelayo y por la Carretera Su Eminencia. "No podíamos ir a buscarlo porque no dejaba de moverse en autobús", dice Dolores, aunque él es incapaz de recordar si cogió un autobús o dónde comió.

"Hasta ahora se había despistado alguna vez, pero siempre había vuelto", incluso su mujer dice que hasta hace un año era capaz de conducir. "Fue hace tres años cuando empecé a notarle algunos síntomas", acostumbrada a tratar con el Alzhéimer por la experiencia de su padre. Aún así, Dolores dice que cada día descubre un poco más de esta enfermedad, cuya única cura es la paciencia.

Mientras Dolores habla, Pepe no deja de abrazar a su gran amiga, Luna, una perra a la que saca a pasear todos los días. "Ya no le dejaré salir solo", asegura Dolores aún con el susto en el cuerpo, "y voy a tener que comprarle la pulsera con GPS". Pese a todo, a Pepe, jubilado tras pasar casi toda la vida en Alemania, aún tiene un sueño que a su esposa le gustaría cumplir: "ir a Estados Unidos". Quizá aún esté a tiempo de inmortalizar con su vieja cámara de fotos, su gran pasión, la Gran Manzana.

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