Primero fue la Huerta de los Frailes, luego la Huerta de San José. Con el paso de los siglos y el paulatino abandono el lugar fue tornando su nombre en Monasterio Maldito o, más propiamente, Monasterio del Diablo. Este sitio, cuyo nombre invoca pesadillas y desvelos, está ahí mismo, a pocos kilómetros del casco histórico de Carmona, una ciudad cuya generosa guía monumental opta por obviar, por silenciar, la existencia de unos muros que retan al tiempo y que albergan una de las leyendas más negras y terroríficas de España, la de unos monjes que, en pleno siglo XVII, recibieron la visita del Maligno.
Un vistazo a la red permite acceder a decenas de grabaciones de voces del Más Allá registradas allí -siempre supuestamente-, que conviven con decenas de vídeos entre lo escalofriante y lo decididamente ridículo. Es así porque desde lo alto del promontorio en el que se ubica, el Monasterio del Diablo ejerce como imán para todos aquellos que se sienten tentados por lo inexplicable. Por allí han pasado desde popes del misterio televisado como el celebérrimo Doctor Jiménez del Oso hasta grupos locales más modestos en ambición pero con igual anhelo de conectar con el Otro Lado como la recién nacida asociación Omega-6, que introducen en sus incursiones la música como inédito medio que hace las veces de hilo transmisor entre la realidad y el otro posible universo que pudiera aguardar agazapado entre los recovecos de este sitio maldito.
Con el paso de los siglos la verdad y la leyenda han conformado un armazón literario tan insoslayable que parece imposible determinar cuál es la exacta historia que acaeció en este edificio. Rodrigo Abeja es uno de los investigadores que con mayor profusión ha estudiado los documentos y legajos en los que se encuentra diseminada la cronología de este lugar. Al final sólo queda una conclusión fiable: "Este es un templo que nunca debió erigirse porque aun aceptando que gran parte de lo que de él se cuenta sea mito la verdad es que el estudio arroja certezas inquietantes que nos llevan a pensar que, efectivamente, de un modo u otro, hablamos de lugar maldito en el que nadie cuerdo debería poner un pie".
Certezas que tienen nombre propio. Como los de José Díaz de Alarcón, escribano, Juan Rodrigo Perea, fraile Dominico, Jaime Malvidas, novicio y Alonso Sans de Heredia, alguacil. De todos ellos existen documentos de puño y letra -conservados en el archivo histórico del Ayuntamiento de Carmona- en los que se narran algunos de los sucesos acaecidos allí en el contorno temporal que marca el otoño de 1680. Cada uno de estos nombres arroja párrafos que no hacen si no inundar de negro la de por sí turbia historia del monasterio.
Uniendo los discursos de unos y otros se cincela una breve sinopsis de lo acaecido: Juan Rodrigo Perea despertó el 20 de noviembre del ya citado año, sintió cómo la puerta de su celda se abría sin que ningún humano ejerciera fuerza, se levantó de la cama y comprobó que el resto de las celdas de sus compañeros estaban abiertas de par en par. Lo que a continuación se narra más parece propio de una película de terror gótico que de las memorias de un clérigo.
"Salí hacia la capilla. Cuando llegué a esta, no vi a nadie, y entróme un calor desde la garganta hasta el pecho, cuando oí unos lamentos a media voz que al parecer provenían del sótano (...) Me vi no sé cómo bajando sus empinados escalones. Y maldita sea, señores, maldita sea el momento en el que entré en aquella habitación, pues al entrar encontré al Padre Prior y a los demás frailes colgados de los ganchos donde solíamos colgar los jamones y los chorizos. (...) Yo comencé a ver unos seres pequeños, que apiñados alrededor de los cuerpos muertos, comían sus carnes (...) Luego pude ver cómo aquellos seres se reunían en uno, de aspecto repugnante. Mirándome me dijo estas palabras: "Te dejo vivir para que proclames mi venida al mundo, ve y di que Satán está aquí".
Visto con la perspectiva del tiempo es cuestión de fe creer o no que el Príncipe de las Tinieblas apareciera en Carmona. Pero lo que no deja lugar a dudas es el asesinato de la corporación religiosa, como también es real, a tenor de las crónicas de la época, la mala relación de esta con los agricultores de la zona, pues los monjes se quejaban del poco agua que tenían y de lo infructuosas que eran sus cosechas.
Dominicos, franciscanos y carmelitas se sucedieron en un monasterio que quedaría estigmatizado por los siglos venideros hasta que se abandonó definitivamente en la década de los 50 del pasado siglo. "Porque se oían voces" fue la explicación más consistente que pudo escucharse en el pueblo al respecto de la paulatina dejadez que comenzó a experimentar el edificio. "Nadie debería permanecer allí cuando cae la noche", pronuncia Rodrigo Abeja, historiador que ha traspasado el umbral de lo racional. "Después de mis muchas visitas al lugar vivo de alguna manera afectado por lo que allí sentí", afirma sin mayor aclaración.
Una cosa es segura, sus fantasmales moradores no parecen amigables: "Iros de aquí", "Marchaos", "Aquí el diablo". Estas grabaciones registradas en dispositivos de audio unidos a otros presuntos fenómenos como visión de pequeñas esferas blancas de procedencia desconocida, repentinas bajadas de temperatura y sensores de movimiento que se disparan cuando nada físico pasa por delante componen el diario más común de lo que acaece.
La más reciente incursión, realizada por el Grupo Omega-6, no arroja sin embargo tanta virulencia fenomenológica.Sí que pudieron constatar una alta concentración energética a través del péndulo como también aparecieron en sus registros grabaciones de sonidos que podrían provenir de un espectral órgano así como voces que entonan una melodía de canto llano que el grupo intentó reproducir in situ como manera de provocar una posible respuesta o diálogo con el Más Allá.
Pero por ahora, los únicos demonios que allí pululan son los que traen en sus cabezas los descerebrados que utilizan el lugar como centro de sus invocaciones satánicas (...los animales muertos forman parte del atrezzo de este tétrico monasterio). El futuro dictará cuanto de sí dan los nuevos intentos de contacto con lo que sea que habite allí. Mientras tanto, evite ir. Quizás nunca debiera haber leído este reportaje.