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Donde la civilización deja paso a las arenas

Villamanrique es la aduana fonteriza para más de 50 hermandades filiales

el 09 jun 2011 / 19:02 h.

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Una gran petalada de rosas recibe a la hermandad de El Cerro del Águila a su paso por Villamanrique.

Con billete de vuelta a las 20.00 horas, Rosa María, hija de manriqueña, no dudó ayer ni un instante en volar a las seis de la mañana desde el El Prat hasta el aeropuerto de San Pablo para vivir, aunque sólo fuera durante unas horas, el jueves de carretas en Villamanrique , "el día más grande" para esta antigua villa de Mures, con permiso, claro está, de la jornada de hoy, en que la hermandad manriqueña parte para El Rocío. "Esto me da vitamina para el alma para todo el año", asegura, abrazada a su hijo Eric, esta empleada del supermercado Alcampo de Sabadell en los porches de Santa María Magdalena.


Allí ha visto llegar a Coria, siempre uno de los platos fuertes de la presentación de hermandades, aunque este año la hermandad ribereña ha estrenado un horario demasiado madrugador, las 9.30 horas, y no trae "ni la mitad de la mitad" de gente que en otras ocasiones. "Ha habido años que de aquella esquina hasta aquí, la carreta ha tardado hora y media. Hoy, como ves, ha entrado perfectamente en la plaza", refiere desde las escalinatas de la parroquia el presidente de la hermandad anfitriona, Juan Márquez, quien en más de una ocasión escuda con disimulo su mirada tras el banderín real que porta en su mano derecha para evitar que los demás le vean llorar de emoción. "Unas le cantan, otra le rezan, otras recitan. Cada hermandad trae su propia idiosincracia y cada una expresa a su manera su fe y devoción a la Virgen".


Durante tres días consecutivos estos porches manriqueños se convierten en un carrusel de caballerías, romeros a pie y carretas de bueyes, una especie de aduana fronteriza para más de 50 hermandades que cumplen con el rito de enfrentar su carreta con el Simpecado de la Primera y Más Antigua de las filiales antes de abandonar definitivamente la civilización y lanzarse a los caminos de arena al encuentro de la Blanca Paloma.


Fue Benacazón, en el año 1916, la primera hermandad en subir con su carreta los escalones de la catedral manriqueña en un gesto de agradecimiento a Villamanrique por amadrinar su presentación ante la Virgen en aquella su primera entrada oficial en la aldea de El Rocío. Desde entonces, son muchas las hermandades que han copiado aquel ademán de gratitud, mezcla del esfuerzo de todo un pueblo y de la maestría en la doma de los bueyes, para realzar este abrazo simbólico entre dos patrias rocieras.


Francisco Álvarez, el carretero de Coria, es ingeniero agrónomo y gerente de una empresa de plantas ornamentales. Lo de bregar con los bueyes lo tiene sólo como un hobby. Ayer la señorial carreta de Coria subió los siete escalones de los porches manriqueños en una maniobra limpia demostrando un dominio del oficio que, en tierra de carreteros, fue reconocida con grandes aplausos. "Lo bonito es que esta subida se la he dedicado a mi mujer, que está de ocho meses y ha venido a verme, y a mi futura hija, que se va a llamar Rocío, por supuesto". Coria no abandona los proches sin cantar sus mejores plegarias a la Virgen: "Rociero por derecho/ de Villamanrique y Coria/ en un mar de devociones/ por estos siete escalones/ están subiendo a la gloria". Ni las primeras del Rey, Rocío y Cristina Zamoyski, han querido perderse este mágico momento.

Hasta la caída de la tarde, el ritual se va repitiendo -cada año igual, cada año distinto, pero cargado de gran intensidad- al paso de cada hermandad. Con La Puebla del Río, "el pueblo que mejor le canta a la Virgen", peregrina la Agrupaçao Nossa Senhora do Rocío Quissana Brasil, prueba de la universalidad de la devoción rociera. Ya por la tarde, la hermandad de El Cerro del Águila, una de las muchas ahijadas de Villamanrique, celebra por todo lo alto sus 25 años junto a su madrina.

 

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