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¿Dónde se han metido esos intrusos?

La búsqueda de los ‘clicks’ ocultos convierte en un exitazo la exposición de figuras de Playmobil del Hospital Virgen del Rocío.

el 30 dic 2013 / 20:26 h.

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paso Eso de que todas las exposiciones de los últimos diez años tengan que ser con clicks de Playmobil está empezando a saturar las retinas del vecindario nacional, dicho desde el cariño. El nacimiento, con clicks. La historia de la marinería española, con clicks. La conquista de Granada, con clicks. La evolución del hombre, con clicks. Falta una sobre Matalascañas en verano y otra sobre el fabuloso mundo de la paella para completar la colección de dioramas imaginables protagonizados por los muñequitos sonrientes. Que es lo bueno que tienen: optimismo. Otra cosa, no. O afán de superación, porque con esta alegría pintada en sus caritas suplen el drama de haber nacido sin codos ni rodillas, o séase, el tener que limpiarse el culo unos a otros y el echarse las cervezas por lo alto. Pero hete aquí que la cosa ha cambiado sustancialmente. En el patio del Hospital Virgen del Rocío hay una nueva exposición de estos bichejos en la que lo importante no es tanto ver las distintas escenificaciones, que están simpáticas, como detectar cuál es el click intruso en cada una de ellas; qué muñequito no debería estar ahí. Por ejemplo, un vikingo en la Feria de Abril. La cosa se ha montado en plan pequeño concurso y el premio es una birria (20 euros en clicks), pero la simple aventurilla de tener que localizar al impostor en cada uno de los enormes acuarios tiene aquello lleno de niños desde las 9 de la mañana que abre hasta las siete de la tarde que cierra. Un éxito así no se ha visto en el lugar en los tres años que lleva acogiendo estas muestras de la asociación de coleccionistas de estos juguetitos. romanosLo de la búsqueda no es el único atractivo del asunto. Además, hay otros dos ganchos. Uno de ellos es, por fin, la representación de escenas de masas. Hasta ahora, el mundo clickero se caracterizaba (y perdonen los forofos) por ambientes ciertamente desangelados. Desabridos. Había muchos muñecos, sí, pero la sensación general era de vacío existencial, casi de nihilismo. Veía uno un belén y no sabía si aquello era una aldea de la antigua palestina, una crítica contra la hipocresía social o el desierto de Chihuahua en hora punta de tráfico de rastrojos rodantes. Ahora, eso se ha subsanado en parte. Por ejemplo, con la pecera (o diorama, que es más fino) de las guerras púnicas: romanos contra cartagineses hasta decir basta: ejércitos, catapultas, cuádrigas, elefantes... Eso sí: han perdido la ocasión de montar ahí una batalla cuerpo a cuerpo brutal y se han limitado a encarar a los dos bandos enemigos en formación. No está mal pensado del todo, en evitación de males mayores: el curso de la historia habría sido otro si de repente Aníbal se hubiese puesto a limpiarle el culo a Publio Cornelio Escipión. queenY para masas, las del concierto de Queen en Wembley, con el mismísimo Gambrinus tirando cervezas en el ambigú. Ahí sí que está logrado el efecto de las masas congregadas. Y no hay peligro de inmiscusión en la higiene ajena, porque están todos con los brazos en alto vitoreando a Freddie Mercury. Pero, como se decía antes, hay otro elemento más que también tira poderosamente del público visitante: el diorama de las fiestas de primavera de Sevilla. Eso no está pagado: los clicks con las gorras rocieras... Son tres momentos los representados: el camino de las carretas del Rocío, el paso de las Tres Caídas de Triana en plena procesión y una visita a la Feria de Abril a esa hora feliz en que se juntan los primeros borrachos de la jornada con los últimos paseos de los coches de caballos. Es un gran problema para un cirineo no tener codos, si uno lo piensa. Y para un costalero el no tener rodillas, que han de subir el paso con una polea. Pero la cosa tiene truco, porque al romano que abre la marcha le han doblado el bracito. Era eso o agarrarse a la oreja izquierda del caballo, cosa que en el arrabal habría sentado fatal. Está claro que antes da su brazo a torcer un click que un capillita. Al final, con los chiquillos buscando a los intrusos y todos estos guiños, es el visitante el que sale con la sonrisa pintada en la cara. Si luego se tira la cerveza encima, eso ya es cosa suya. rocio

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