Los camiones cisterna atraviesan la ronda de Padre Pío a la par que el Señor de la Salud y Clemencia sale a la calle entre un desabrido paisaje de autovía y postes eléctricos.
En este barrio periférico de la ciudad no faltan los racimos de globos, ni los puestos de gofres ni los bastones de caramelo en el día en que su cofradía sale a calle.
Presume el hermano mayor, Antonio Castillo, de que este año son 168 nazarenos, casi un 30% más que el año pasado, los que pone en la calle una de las cofradías de vísperas que, por su lejanía geográfica, sabe que nunca disfrutará de las mieles de la Catedral. Por eso el ser cofrade y revestirse de nazareno en lugares como éste, donde jamás se posará la sombra de la Giralda, tiene más mérito.
Dos hernias discales tienen la culpa de que este año al actor Antonio Garrido (Los protegidos) haya colgado el costal y en su lugar vista el terno negro como auxiliar del equipo de capataces del paso del Nazareno, cuyo monte aparece exornado con unos llamativos claveles morados berenjena. En el interior de la parroquia del Buen Pastor y San Juan de la Cruz resuena Cristo en la Alcabaza para los primeros movimientos del palio. Por cuarto año consecutivo, estos nazarenos hermanos de La Lanzada hacen estación a la parroquia de los Dolores del Cerro.