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Doradas naranjas de Navidad

Tal vez lo que prestaba magia al mundo tal como antes se representaba en los días finales y primeros del año fuera la contradicción, tener lo que teóricamente no se podía conseguir. Hasta los países nórdicos llegaba Santa Claus...

el 15 sep 2009 / 20:25 h.

Tal vez lo que prestaba magia al mundo tal como antes se representaba en los días finales y primeros del año fuera la contradicción, tener lo que teóricamente no se podía conseguir. Hasta los países nórdicos llegaba Santa Claus viniendo con su carro de gansos de Doñana, hasta aquí se desplazaban los Reyes Magos desde Oriente y en Italia los regalos los reparte una bruja buena y trashumante, la Befana y en Alemania una de las sorpresas que se daba a los niños era la de llevarles una naranja, naturalmente porque esa fruta era tan exótica que sirvió a Goethe para su poema más conocido: ¿Conoces la tierra donde florece el limonero y las doradas naranjas centellean entre hojas oscuras?

Son las mismas que centellean ahora por nuestras calles sin que los sevillanos les prestemos atención, como si fueran la cosa más natural del mundo. Las naranjas, reales, exóticas, maravillosas, podrían ser uno de los rasgos distintivos de nuestras navidades, igual que en otras partes lo son el muérdago verdadero o las ramas recogidas en los bosques, pero no lo son. Preferimos el cartón-piedra de colores chillones o esas horrorosas colgaduras que se habrá sacado de la manga china algún listo para venderlas basándose en la tradición.

Las naranjas, en cambio, no son tradicionales; eso es verdad: el que Sevilla esté en Navidad vestida con ellas es el producto de un hallazgo genial de quienes intentaron levantar una ciudad mítica y distinta de todas las demás en los primeros años del siglo pasado, de los que buscaron convertirla en una Estación Internacional de Invierno de la misma manera que la Costa Azul lo era en el verano; personajes de profesiones distintas y de posiciones ideológicas diversas pero cultos; posiblemente ninguno sabía qué era el marketing, seguramente todos habían leído a Goethe.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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