El memorial de Miki Roqué en el Villamarín, en la esquina del Gol Norte que da a Preferencia. El 24 de junio será ya para siempre uno de los días de peor recuerdo en la historia del Real Betis Balompié. No por ningún descenso, ni por ningún mal resultado en el campo, ni por la retirada de alguno de sus muchos símbolos. El 24 de junio de 2012 falleció Miki Roqué y semejante tragedia ya nunca abandonará a los béticos, su segunda familia. El bravo central, el chaval que apuntaba maneras de futbolista de Primera de todas a todas, se marchó tal día como hoy hace dos años pero su recuerdo permanece perenne en la memoria de los aficionados y el club verdiblancos. Los primeros cantan su nombre a modo de homenaje en los minutos 26 y 71 de cada partido que se juega en el estadio Benito Villamarín. La entidad ha legado a la posteridad el monumento en su honor que inauguró en el primer aniversario de su adiós. La pésima noticia trascendió un domingo a primera hora de la tarde. Cuando la confirmó, el Betis expresó su "tremendo dolor" y definió así a Miki: "Uno de los nuestros". También recalcó "su total entereza y hombría" en la lucha que libró contra el cáncer de pelvis que acabó dejando a la familia Roqué Farrero sin su querido hijo y al Betis sin una de las mejores personas del vestuario y uno de los futbolistas más prometedores de sus filas. Fueron quince meses de batalla contra lo inevitable. Miki, con esa valentía que tanto sorprendió a Pepe Mel y a los médicos, fue el encargado de revelar su enfermedad en público en aquella irrepetible rueda de prensa del 5 de marzo de 2011, un día después de saber el diagnóstico. Era sábado de previa de partido contra Las Palmas y el defensa tuvo la entereza de aparecer y, delante de todos sus compañeros, todo el cuerpo técnico y la prensa, decir que tenía un cáncer, que dejaba de jugar temporalmente y poco más. La emoción y las lágrimas le impidieron continuar. "Por desgracia para mí, se ha acabado la temporada", afirmó. Su último partido había sido ante el Elche en casa. Miki Roqué celebró el ascenso de su Betis en plena lucha contra el cáncer. Su figura fue uno de los ejes de la fiesta verdiblanca. Como dijo Mel, él sería el primero en quien pensase en cada partido y en cada victoria. La sucesión de homenajes fue interminable:su amigo Carles Puyol enseñó le mensaje Ànims Miki! en su camiseta interior cuando el Barcelona ganó su cuarta Copa de Europa; Pepe Reina se puso su camiseta en el Betis, con el dorsal 26, cuando España ganó la Eurocopa de 2012; el club verdiblanco retiró ese dorsal 26, para que nadie más vuelva a llevarlo nunca; el CF Tremp realizó una ofrenda floral minutos antes del Betis-Barcelona de esta temporada... Y, sobre todo, miles de béticos acompañaron a su familia en el Benito Villamarín en la misa que se ofició por su alma el 3 de julio de 2012, apenas una semana y media después de su funeral. Desde entonces, la familia de Miki ha preferido guardar su recuerdo con discreción, como era él. Ni siquiera regresaron a Sevilla el 24 de junio de 2013, el día del primer aniversario, cuando el Betis inauguró el monumento en su memoria que sustenta el mástil que hay en la esquina de Gol Norte con Preferencia. La única excepción fue el 6 de mayo del año pasado. Entonces fue su pueblo, Tremp, el que homenajeó a su hijo pródigo con una placa en la que aparecen los escudos de los equipos donde jugó: Lleida, Liverpool, Oldham, Xerez, Cartagena, Betis... Allí, junto a los padres y la hermana de Miki, estuvieron sus excompañeros y amigos Adrián y Beñat, así como Miguel Guillén, Rafael Gordillo y José Antonio Bosch. Y allí, en ese monolito de piedra en el parque del Pinell, continúa para siempre el recuerdo del Eterno 26.