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Dos décadas dando vida a la ciudad

Un 12 de octubre de 1993 abría sus puertas un ambicioso proyecto de parque forestal que Sevilla no tardó en hacer suyo. Con la ampliación en breve en 40 hectáreas, se equipará en dimensiones al referente madrileño del Retiro

el 12 oct 2013 / 21:27 h.

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Dos coches teledirigidos compiten a gran velocidad en la explanada que hay al entrar en el parque por el acceso más próximo al Estado Olímpico. Unos metros más allá, en el lago, el Cable Esquí está a punto de arrancar su actividad. Se entrecruzan ciclistas y corredores, mientras un grupo de patinadores calienta y estira antes de calzarse los patines. Y aunque aún es media mañana ya hay familias que, nevera en mano, ocupan las primeras parcelas de terreno con los preparativos del picnic. Es la vida de un sábado cualquiera en el parque del Alamillo. Bueno, cualquiera no. En realidad, aunque no muchos lo sabían, el parque apagó ayer las velas de su vigésimo cumpleaños. Y lo hizo sobre una inmensa tarta de 100 kilos de nata y chocolate, que se repartió entre los asistentes, con la ayuda de la Asociación de amigos del parque del Alamillo. alamillo-cumple-20-06Lo que hoy es ese pulmón verde, sin el cual ya no se entiende la ciudad, era hace dos décadas una extensión de terreno completamente plano en el que se cultivaban girasoles. “Hasta yo mismo estoy sorprendido” de la integración en la ciudad y la acogida brindada por los sevillanos, como constata la visita de millón y medio de personas al año. Quien así se expresa es el ideólogo y diseñador del proyecto. Javier Luengo, 74 años, nacido en Almendralejo pero toda la vida en Sevilla, es ingeniero de Montes y el que proyectó este espacio de ocio, deporte y esparcimiento. Durante seis meses aparcó su plaza de funcionario en el Instituto Nacional de Conservación de la Naturaleza y atendió el encargo que le realizó EPSA (Empresa Pública del Suelo de Andalucía). La directriz a seguir era clara: “hacer un parque forestal con especies autóctonas que requirieran de poca conservación y riego”. Y aquí, agradece al equipo de personas con el que trabajó y a la Junta de Andalucía que no escatimara en recursos y que nunca le pusieran cortapisas para alcanzar ese objetivo, aunque sí recuerda que “EPSA era muy exigente, como corresponde al uso del dinero público”. alamillo-cumple-20-02Así, durante año y medio se movieron tierras creando de forma artificial los cerros que caracterizan el parque, se sacó tierra para dar cabida a los dos lagos y se trajeron árboles de distintos puntos de Andalucía, entre ellos de Constantina, La Puebla del Río y la Sierra de Huelva. “Uno de los datos más llamativos es que el 70% de las plantas fueron extraídas del monte, no procedían de viveros”. Acebuches, alcornoques, algarrobos, pinos... son solo algunos ejemplos. Uno de los momentos más complicados se produjo con el movimiento de tierras, porque entre ellas también se entremezclaron restos sobrantes de las obras de la Expo –narra Luengo–. De hecho, se decidió no hacer coincidir la apertura del parque con la celebración de la Exposición Universal para evitar “avalanchas de visitantes y que se llenara de tiendas de campaña” cuando las plantas y los árboles estaban asentándose. Ayer era día para el recuerdo, para echar la vista 20 años atrás, pero también hacia adelante. Está en ciernes la conclusión de las obras de ampliación del parque, que ganará 40 hectáreas más de terreno, “con lo que se equiparará en dimensiones al madrileño parque del Retiro”, señaló ayer la delegada territorial de Fomento y Vivienda de la Junta, Granada Santos, que apuntó la inversión de 650.000 euros y que propiciará huertos ecológicos para los ciudadanos, accesos desde el río que impulsarán el deporte fluvial y la recuperación de la ribera con carriles bici y espacios peatonales, explicó. Más de medio centenar de personas aguardó en cola pacientemente a que concluyera el sencillo acto, con breves palabras institucionales, en las que el director del parque, Adolfo Fernández Palomares, fue cediendo el testigo a aquellos que vivieron el origen del parque. Luego, bajo los sones del cumpleaños feliz interpretados por gaiteros del Lar Gallego de Sevilla, un grupo de niños sopló las velas y, tras comer la tarta, se divirtieron en los talleres artesanales pensados para ellos por la empresa La Organizadora. Así, pudieron dibujar tarjetas de felicitación, fabricarse sus propias coronas y sombreros, y pintar un mural con témperas. ComoManuel, de tres años, junto a su madre Gema, de Alcalá del Río. “He empezado a patinar pero vendré más al Alamillo porque no sabía la vida que tenía el parque. Coges el coche y te vas muy lejos buscando a veces cosas que puedes encontrar aquí”, indica. Pasacalles, charangas, un recital poético y una exposición fotográfica de la vida del parque, firmadas por Pepe Lucas, componen el aperitivo de la fiesta.

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