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Dos escuelas, un presidente

La UE elige esta semana entre un líder carismático u otro más modesto.

el 14 nov 2009 / 22:04 h.

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Entre ellos, sin campaña previa y a puerta cerrada: así será esta semana la elección del primer presidente estable de la Unión Europea (UE) , con dos "escuelas" de pensamiento todavía enfrentadas. El primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, ha convocado a todos sus colegas a una cena el próximo jueves en Bruselas para elegir a las personalidades que ocuparán los dos cargos que crea el nuevo tratado europeo, el de presidente estable y el de alto representante para la política exterior.

El propio Reinfeldt ha admitido en público que el acuerdo no está hecho y que, en lo que respecta a la Presidencia estable, los gobernantes europeos no coinciden ni siquiera sobre el perfil del puesto. Mientras unos defienden la necesidad de situar en el cargo a una personalidad relumbrante, otros se inclinan por algo mucho más modesto.

El ex primer ministro británico Tony Blair sería el mejor ejemplo, según Londres, de un presidente experimentado, con proyección internacional y "capaz de parar la circulación" en nombre de Europa si los asuntos mundiales lo requieren. A su vez, el belga Herman van Rompuy, el holandés Jan-Peter Balkenende o la letona Vaira Vike-Freiberga serían representantes de lo segundo. Van Rompuy se ha ganado la simpatía de los partidarios de la escuela modesta, al describir al presidente estable como alguien "que no alterará el equilibrio institucional", esto es, un presidente en pie de igualdad con el de la Comisión Europea y el del Parlamento, y no por encima de ellos.

Con experiencia. Lo único que ha dejado claro Reinfeldt, de momento, es que se busca a alguien que sea o haya sido primer ministro, es decir, algún miembro actual o reciente del mismo selecto club que va a presidir, el denominado Consejo Europeo. Más que de una elección se trata, pues, de una cooptación, algo parecido a la designación en la Iglesia de un nuevo Papa por el cónclave de cardenales.

Comparado con la elección del presidente estadounidense, Barack Obama, quien hubo de superar dos años de campaña y votaciones desde que anunció su candidatura a la nominación demócrata hasta que juró el cargo, el proceso de selección del "presidente" europeo parece ilegítimo y sorprendente. Pero no conviene llevar las comparaciones, con el Vaticano o con la Casa Blanca, demasiado lejos.

La personalidad que resulte elegida el jueves no va a ser "el presidente de Europa" ni tendrá rango de jefe de Estado, por la sencilla razón de que la Unión Europea no es un Estado, advertía el viernes un veterano embajador europeo.

La posibilidad de avanzar hacia unos Estados Unidos de Europa, el viejo sueño de los federalistas europeos, quedó frustrada, tal vez para siempre, con el fracaso en 2005 de la Constitución europea que podría haber abierto una senda de evolución para la UE cuasi estatal.

Sin sueño europeo. El pueblo francés primero y el holandés después, en sendos referendos, rechazaron dar ese salto y el proyecto constitucional quedó rebajado a un tratado clásico, el de Lisboa, que después de muchos tropiezos verá finalmente la luz el próximo 1 de diciembre.

El nuevo tratado conservó, no obstante, las dos figuras innovadoras previstas en la Constitución, la del presidente estable y la del ministro de Asuntos Exteriores, aunque sin ese nombre.

Al primero le atribuye la responsabilidad de presidir y animar los trabajos del Consejo Europeo (la reunión trimestral de los jefes de Gobierno), asegurar su preparación y continuidad, y trabajar en pro de la cohesión y el consenso de todos los gobernantes de la Unión Europea.

En el plano internacional, representará a la Unión ante otros líderes de su nivel cuando se traten cuestiones de política exterior y de seguridad (el alto representante lo hará a nivel ministerial). Pero, en cuanto a protocolo y salario, tendrá el mismo tratamiento que el presidente de la Comisión, el portugués José Manuel Durão Barroso, y el del Parlamento, el polaco Jerzy Buzek

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