Las profesoras de Primaria Ana Ansado y Alejandra Uceda comprobaban día tras día cómo la lluvia no cesaba, y sus niños, de cuatro años, siempre preguntaban por qué no podían salir al patio a jugar y cuándo iba a parar la lluvia. Claro está, las seños no pueden luchar contra los elementos, pero sí aliarse con ellos y desarrollar conocimientos a través del agua. De este modo, Ana y Alejandra prepararon una serie de experimentos en el que los alumnos debían participar, para empezar, cogiendo una palangana y saliendo al patio a recoger agua de lluvia, que había de sobra, y llenar una pecera de 50 litros donde se hacían las pruebas.
Luego explicaban algunas características del agua. Por ejemplo, el principio Arquímedes. Con cuatro años se tiende a pensar que las cosas grandes pesan más y se hunden. Ana sujeta encima de la pecera un gran corcho de los que se usan para envolver electrodomésticos y una canica de metal -"Seño, eso se va a hundir, la canica flota"; "¿Estáis seguros?"; "Claro, claro"-. Los niños comprobaban boquiabiertos cómo el enorme corcho se quedaba en la superficie y la canica caía al fondo de la pecera.
Otro experimento también pudo hacerse gracias al tiempo. Un día de invierno que el sol salió un rato, los chicos salieron al patio y se pusieron a hacer pompas con agua y jabón. Las pompas son transparentes en clase y de colores en el patio, lo que sirvió para explicar la descomposición de la luz y la creación del arco iris.
Para ser justos, tanto Ana como Alejandra tenían pensado un proyecto así desde principios de curso, contaban con que en invierno lloviera. Pero enero, febrero y parte de marzo los chicos seguían sin poder salir al patio, así que las profesoras pidieron ayuda a los padres para organizar, entre todos un proyecto más grandes llamado Andalucía Sabe a Mar, donde explicaban diversos métodos de pesca, enseñaban fotos de arquitectura basada en el agua, mostraban paisajes como las marismas del Guadalquivir... Y claro, el grupo de los carnavales de febrero inevitablemente se llamó Los Regaderas.
Más que enseñar lecciones, lo mejor es que se aprenda por experiencia, y en el Luis Cernuda han convertido algo tan sencillo como el agua en un cóctel de ciencia y cultura. Y esas emociones, vivencias y sonrisas han quedado en el interior de todos: niños, niñas, padres y maestras.