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Dos ángeles para Ana

Dos agentes de la Policía Nacional salvaron la vida a un bebé de 18 meses el pasado jueves, cuando se encontraron a su abuelo y a su madre pidiendo auxilio porque la pequeña se asfixiaba.

el 26 feb 2014 / 14:10 h.

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Marta y Carlos no podían imaginar cuando el pasado jueves salieron de su casa, que acabarían convirtiéndose en auténticos héroes, en los ángeles de la guarda de Ana, un bebé de 18 meses, a la que salvaron la vida. Estos agentes de la Policía Nacional se encontraron a la pequeña asfixiándose, con los ojos y labios amoratados, pero su rápida actuación hizo que todo se quedara en un susto, importante, pero un susto al fin y al cabo. Los dos regresaron a casa «muy satisfechos y orgullosos». policias-locales-bebe-v Marta y Carlos, agentes nacionales que salvaron a la pequeña. Foto: Pepo Herrera Los agentes, que pertenecen al Grupo de Atención al Ciudadano de la Brigada de Seguridad Ciudadana, hacían su ronda en patrullero como todos los días, cuando circulando por la avenida de La Florida sobre las 13 horas vieron como un hombre mayor «levantaba los brazos llamando nuestra atención», explica Marta, y «tras él vimos a una mujer que llevaba a un bebé en sus brazos, mientras gritaba que su niña no respiraba». Rápidamente, los agentes detuvieron su patrullero apartándolo de la calzada. «Los dos estaban muy nerviosos porque la niña no respiraba», recuerda Carlos. Los síntomas eran evidentes porque la pequeña ya tenía «los labios y los ojos amoratados». Pese a que ninguno de los dos se había encontrado nunca en una situación de este tipo, supieron mantener la calma y actuar con rapidez, gracias a lo cual salvaron la vida de Ana. «El propio 061 nos lo dijo cuando llegó, que sobrevivió gracias a nuestra intervención», asegura Carlos. Lo primero que hicieron estos dos agentes fue llamar al 112 para que mandaran a los servicios sanitarios. «Se me hizo un mundo hasta que los vi llegar», afirma Carlos, «porque sólo estábamos pensando en salvar a la niña». Mientras tanto, este agente fue el cogió a la pequeña en sus brazos, «porque la postura en la que su madre la portaba no favorecía la respiración del bebé» y lo colocó en «postura de seguridad», con la cabeza hacia abajo. Marta, siguiendo las indicaciones que recibió durante su formación en la academia de Ávila, introdujo los dedos en la boca de la niña para comprobar si había algún objeto que estuviera obstruyendo las vías respiratorias. «No encontré nada», asegura, pero al poco notó «que me estaba chupando un dedo y que su abdomen comenzaba a moverse», explica con alegría y cariño. «No llegó a necesitar reanimación cardiovascular», añade Carlos. Así la mantuvieron hasta que llegó la asistencia sanitaria y «justo en ese momento la pequeña comenzó a llorar». El susto había pasado, pero aún así el equipo del 061 que se desplazó hasta allí atendió a la pequeña y decidió llevársela al Hospital Virgen Macarena, donde se quedó ingresada en el Área de Pediatría, para realizarle las pruebas pertinentes. «Esa misma noche llamamos a la familia para saber cómo estaba la pequeña, pero no pudimos contactar con ellos», explica Marta. Pero desde la Jefatura ya se han puesto en contacto con la familia, que les ha comunicado que Ana «se encuentra bien» y que «están muy agradecidos por la actuación de los agentes, porque si no, nos han dicho, que saben que la pequeña estaría muerta», explican fuentes de la Policía Nacional a este periódico. Pero la labor de estos dos agentes no terminó ahí. La madre de Ana se fue con la niña en la ambulancia, «así que decidimos llevarnos al abuelo hasta el hospital para no dejarlo sólo, el hombre estaba además muy nervioso», señala Carlos, que añade que con el patrullero fueron escoltando a la ambulancia para facilitarle su llegada al hospital. «Cuando llegamos nos dieron las gracias por lo que hicimos. Pero no hemos vuelto a hablar con ellos» afirman. Según les explicó la madre era la primera vez que le pasaba esto al bebé. «Nos dijo que estaba jugando y que dejó de hablarles y se desplomó sin más», señala Marta, por lo que decidieron llamar a los servicios de emergencia. «Por lo que nos contaron estaban de visita en casa de unos familiares cuando ocurrió todo, pero como les hacían muchas preguntas desde el servicio de emergencia y en lugar de esperar a la ambulancia, decidieron salir a la calle a pedir ayuda», afirma, «lo pasaron muy mal». De hecho, los propios agentes también sufrieron mucho por la vida de Ana, «cuando llegamos lo único que piensas es en actuar y en la víctima, pero cuando ya estaba siendo atendida nos dimos cuenta de lo que podía haber pasado», reconoce Carlos. Los dos, acostumbrados a tratar a diario con situaciones desagradables, aseguran sentirse «muy orgullosos». «Te vas a casa muy contento y satisfechos por haberle salvado la vida a una persona», dice Marta, que sonríe cuando se le pregunta si ahora se siente como un ángel de la guarda.  

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