Cultura

‘Dröppö’, una existencia gris y miserable para morirse de risa

La compañía sevillana Teatro del Velador se sube hoy a las tablas del Lope de Vega.

el 12 may 2010 / 18:37 h.

Tres de los actores de 'Dröpö' posan en el escenario.

Dröppö es una vuelta de tuerca al teatro bruto, instalado en lo grotesco, ese arte gestual y casi orgánico que ha convertido al sevillano Teatro del Velador en una de las compañías más personales y singulares del panorama escénico nacional. Con un lenguaje rabisoamente contemporáneo -aunque paradójicamente, según apunta el director del Teatro Lope de Vega, Antonio Álamo, recuerda a grandes rasgos al primitivo cine mudo-, la compañía liderada por Juan Dolores Caballero vuelve a los escenarios de la ciudad con una comedia gestual de sabor agridulce, en la que los cuatro actores implicados sudan la camiseta en un derroche de interpretación física, gestual y vocal.

"Partimos de la tragedia, pero nuestro objetivo ha sido en todo momento buscar la risa", explicó Caballero en rueda de prensa; al tiempo que fue reafirmado por Álamo, para quien este espectáculo "está lleno de gags cómicos de primerísimo nivel".

Y es que, más allá del planteamiento conceptual -un grupo de inmigrantes instalados, o más bien hacinados, en una casa cualquiera de una gran ciudad cualquiera-, Teatro del Velador plantea una dramaturgia a través de la cual los cuatro protagonistas se comunican entre sí en un lenguaje inventado, bautizado ya con el nombre de dröppiano -todos son procedentes de un país, también imaginario, llamado Dröppö-, que puede recordar al sonido de los idiomas de los países del Este, según aseguró ayer Juan Dolores Caballero.

En este mundo de sonidos inventados, Teatro del Velador ha apostado por una obra eminentemente rítmica y musical -con una partitura original de Inmaculada Almendral-, en la que los personajes juegan una partida de cartas "por bulerías", almuerzan "a ritmo", tocan instrumentos y cantan ópera. "Seguimos ahondando en los ritmos y la estética de lo deforme que ya define nuestra compañía", incidió Juan Dolores Caballero, que vuelve a introducir antiestéticas prótesis dentales a sus actores, y los presenta tullidos, contrahechos, desfigurados... "Aún así, despiertan siempre una sonrisa, no llegan a resultar antipáticos, ni repulsivos", asegura el director.

Pues bien, ese trozo de realidad que retrata Teatro del Velador en Dröpö -la vida cotidiana, horrorosa y miserable, de cuatro inmigrantes en un destartalado piso de alquiler- es "un cuento épico y ético", como lo definió ayer Caballero, que definió a sus personajes como "esos seres desencantados que confiaron en el comunismo y se quedaron vacíos y sin sentido tras la caída del Muro".

El primero de ellos es Hans, interpretado por el actor Abel Mora, "un chico acogido en la casa que no es nada y lo quiere ser todo. Soltero y virgen, que conoce el amor en la casa", explicó el actor. Hans comparte cama con un ex marine balcánico interpretado por Manuel Solano. Y junto a ellos, un matrimonio de edad desigual, él limitado físicamente por una atrofia en las piernas y ella, esposa sumisa e ingenua. Y así, ellos, los que no tienen nada, "nos recuerdan en Dröppö que para sentir la alegría de vivir sólo hace falta querer sentirla". Y es que la risa aún es gratis.

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