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Écija se limpia el barro y la Junta promete las obras en primavera

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Cansados, más bien hartos, de que la historia se repita continuamente y de que los políticos "sean del color que sean" no pongan soluciones, sino parches. Los vecinos de Écija amanecieron ayer con la resaca de una larga noche de tensión y angustia que, a pesar de la experiencia acumulada, costaba trabajo, casi tanto como el barro, quitarse de encima. De nuevo, el mismo protagonista. El arroyo Argamasilla volvió a anegar casas, bajos y locales, aunque no solo de las zonas habituales como Puerta Osuna y Arroyo. También se desbordó por la calle John Lennon, donde sobrepasó la carretera y corría el agua sin control llegando a superar el medio metro y cogiendo por sorpresa a los vecinos que tenían que estar pendientes de otra amenaza, la crecida del cauce del río Genil. Según los datos del Ayuntamiento se han visto afectados más de 3.000 inmuebles, lo que se traduce en unos 20.000 habitantes, de ellos 7.000 con incidencias más graves, explicó el concejal de Seguridad Ciudadana, Carlos Onetti. Más de 320 personas han participado en el operativo. Entre ellos, más de un centenar de la Unidad Militar de Emergencia, que desde la medianoche del martes se afanaron en levantar un muro de contención a la altura del centro comercial para evitar el desbordamiento del río Genil, que llegó a alcanzar los 6,83 metros y, ya entrado el día, achicaron agua y ayudaron en las tareas de limpieza. En el número 50A de la calle John Lennon vive el padre de Juan Manuel Rodríguez. Su casa se arrió el sábado tras las intensas lluvias y necesitó la ayuda de varios agentes de Policía que, sin estar de servicio, echaron una mano subiendo muebles al piso de arriba. Su nieta relataba que ese día no se abrió lo suficiente la compuerta que ayuda a reducir el caudal del arroyo, por lo que el Ayuntamiento decidió abrir una zanja donde se halla el colector para evacuar más agua. Pero el efecto fue el contrario. "El agua saltó por encima de la carretera y empezó a discurrir como un río calle abajo llegando a media altura de los coches aparcados", explicaba la joven mientras los vecinos de la casa de al lado quitaban a manguerazos la tierra del interior del lavavajillas y sus muebles trataban de secarse al sol que, ayer sí, dio tregua. "Lo peor es que no tenemos seguro", se lamentaba. Es la primera vez que el agua campa por esta zona de la ciudad. Calle abajo, Sonia Martínez terminaba de fregar la acera de su casa y la fachada. "Que hayan dejado las obras a medias cuando vemos en el telediario cómo se llevan el dinero es de vergüenza". Sonia se refiere a los trabajos de encauzamiento del Argamasilla, que la Junta de Andalucía inició tras las últimas riadas ocurridas en 2010. Las obras se encuentran, según la Consejería de Medio Ambiente, ejecutadas al 60%, pero no están concluidas como deberían porque han sufrido también los recortes presupuestarios y se paralizaron hace un año. Para 2013 sí cuentan con el dinero para finalizarlas, asegura la Junta, pero los vecinos no terminan de creérselo. "Estamos aburridos siempre de la misma historia". Algunos ciudadanos quisieron expresar su indignación por la tarde con una concentración espontánea en El Salón. También hubo voces que a través de redes sociales como twitter reclamaron al PSOE y al PP que "hagan lo que deben y dejen de hacer política a costa de las desgracias ajenas..." El presidente del PP-A, Juan Ignacio Zoido, se acercó ayer al mediodía a la localidad y visitó a algunos comerciantes y vecinos, apuntando que "la responsabilidad de las inundaciones tiene nombre y apellidos: la Junta, con su presidente a la cabeza". El consejero de Medio Ambiente, Luis Planas, se entrevistó por la tarde con el alcalde Ricardo Gil-Toresano (PP) -que se quejó de que el primero no lo haya recibido desde que es regidor-, a quien trasladó que el desvío del Argamasilla es una "prioridad" para la Junta y confió en que las obras se reanuden esta primavera. Más habituados a la estampa del agua por tener su casa en una zona baja, aunque con los nervios todavía a flor de piel y la tensión de una noche sin pegar ojo, en casa de Carmen se afanaban ella, a sus 70 años y fregona en mano, su sobrina Teresa y Loli por quitar el barro del patio. "Normalmente colocamos tabiques, pero no sirvieron de nada" al ver, impotentes, cómo el agua entraba por el patio y hasta por el lavabo. Cristina Luque, que vive en el punto más bajo de la calle Cava, aún recuerda las seis riadas de 2010, aunque en ésta el agua le ha llegado hasta el metro de altura. Si algo aprendió de aquella ocasión, apunta, fue a duplicar la cuantía que pagaba por el seguro de la casa porque en esa ocasión no cubrió todos los arreglos. Sin embargo, más llamativa que la estampa del trasiego de fregonas, cubos y mangueras para borrar el rastro de barro de las calles y casas, resulta la de la solidaridad. Desde el bombero que sobre una piragua repartía bocadillos -Cruz Roja también repartió bolsas de comida a un millar de vecinos-, hasta familiares y amigos arremangándose y centenares de voluntarios echando una mano.

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