Desde que subió al poder el 15 de enero de 2007, la reforma de la Constitución ha sido la obsesión del líder ecuatoriano, Rafael Correa. Ayer llegó su gran día, el día de preguntarle al pueblo si quiere una nueva Carta Magna. Con ella, Correa pretende "refundar" el Estado desde los cimientos.
La nueva Carta Magna, la vigésima desde que se rompe la Gran Colombia en 1830, es el último de los proyectos de reforma constitucional que en menos de un año han puesto en marcha los tres gobiernos considerados más de izquierda de Suramérica. El texto del presidente Hugo Chávez, el más radical, se estrelló en la consulta popular a finales de 2007. La Constitución del boliviano Evo Morales, de corte indigenista, ha provocado una fuerte división en el país.
Más de nueve millones de ecuatorianos estaban llamados a votar en un proyecto de Constitución que el Gobierno considera "histórico" para el llevar adelante el "socialismo del siglo XXI" y la oposición tilda de "totalitaria". "¿Aprueba usted el texto de la nueva Constitución Política de la República elaborado por la Asamblea Constituyente?", reza el texto de la consulta.
Tras el cierre de las mesas electorales, previsto para las 24.00 hora española de ayer, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) tenía previsto presentar los resultados, al menos con el 50% de los votos escrutados. Las encuestas hasta el pasado día 8 daban un porcentaje de indecisos superior al 25%, aunque ganaba el sí con más del 50%, mientras el no recibía en torno al 30%.
Más de 2.000 personas vigilaron el desarrollo de las votaciones como integrantes de la docena de misiones e observación electoral de organismos nacionales o extranjeros.
Entre las principales misiones internacionales de observación constaban las de la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea (UE), el Parlamento Andino y el Centro Carter; mientras que entre las nacionales estaban Participación Ciudadana y varias universidades.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, en el acto de apertura de la votación en la sede del TSE, en Quito, afirmó que el referéndum es muy importante porque definirá "el modelo de desarrollo" que marcará el futuro de Ecuador. La consulta, dijo, es "el reflejo de una patria e incluso de una América Latina en plena democracia, pero también en plena ebullición". Tanto el Gobierno como la oposición centraron su atención en la votación de la ciudad de Guayaquil, la más poblada de Ecuador y considerada como bastión de los opositores.
El alcalde guayaquileño, el socialcristiano Jaime Nebot, dijo confiar en que el proyecto constitucional del Ejecutivo no sea aprobado en esa ciudad y exigió que, si ello ocurre, se respete ese pronunciamiento. "Confío en un Guayaquil que sabrá negarle al sí los votos suficientes", dijo.
