Los museos están vivos. No; no piensen en taquillazos con soldaditos de plomo, carne y pulmones. Los museos ofrecen más que una entrada con descuentos según edad u ocupación, y una ristra de salas por las que deambular entre folletos y cartelas. El Día Internacional del Museo se celebra este domingo, aunque las actividades ?por lógica de asistencia? se trasladan al sábado. Además de recorrerlos con la ayuda de un guía, todos los museos andaluces incluirán entre sus actividades habituales otras alternativas, generalmente relacionadas con la música y la dramatización de contenidos ligados a la temática del espacio.
Sin embargo, no es suficiente. Los museos están vivos, pero el lunes ?con su cierre por descanso de personal? recuperarán la capa de polvo que, a ojos de sus hipotéticos consumidores, los aleja de nuestros intereses. Más allá de las exposiciones permanentes o temporales que programen, y obviando los visitantes que repiten para disfrutar de estas últimas, los museos deben concebirse como recipientes de una cultura dinámica, en crecimiento. Aprovechar sus instalaciones para ciclos de cine y conciertos, quizá de teatro, para presentaciones de libros; reforzarlos con un departamento pedagógico potente, que agradezca la fidelidad de lo más constantes y capte a aquellos más reacios. Formar a los espectadores más jóvenes, por ejemplo, con talleres para niños y adolescentes; no descuidar a quienes ahora disponen de más tiempo libre, como la tercera edad; y planificar los fines de semana para que estudiantes y trabajadores se escapen al museo.
No estoy segura de la conveniencia de multiplicar las infraestructuras culturales cuando ya existen otras útiles ?o edificios vacíos, ideales para esos objetivos, y abandonados en el centro o en barrios sin oportunidades así?, de concebirlas como compartimentos estanco. Escuchar música en un museo, asistir a una pequeña representación teatral en una librería? Se trata de responder con edificios vivos a intenciones muertas. Y no es tan complicado.
