Cultura

Editar en Sevilla: de la supervivencia a la reinvención

Los sellos sevillanos acusan la fuerte caída del mercado, pero también se reinventan de diversas maneras a la espera de tiempos mejores.

el 07 jul 2013 / 23:30 h.

TAGS:

15123615Desde 2009 hasta el pasado año, la editorial sevillana La Isla de Siltolá lanzó un centenar largo de títulos, además de una veintena de clásicos en versión kindle. En lo que llevamos de 2013, apenas una decena, incluyendo un inédito de Juan Ramón Jiménez. Son cifras que indican a las claras el impacto de la crisis en el mercado editorial. Y, en concreto, en el andaluz y el hispalense, justo en un momento en que creíamos acariciar el sueño de una industria editorial en el Sur, territorio que tradicionalmente ha exportado talento, mientras que la caja se hacía en Madrid o Barcelona. “Mantenemos el empuje, pero con un necesario cambio de mentalidad”, asegura Javier Sánchez Menéndez, responsable de Siltolá. “Ahora seleccionamos más los títulos y sobre todo difundimos a un precio más económico: la gente paga ocho euros por un libro y tres o cuatro por un e-book, pero no las barbaridades que se piden”, agrega. Otras editoriales, en cambio, han optado por la hibernación en espera de que pase la tormenta. Es el caso de Mono Azul, que en cinco años lanzó unos 30 títulos y dos reediciones, pero que lleva dos años sin sacar novedades. “Eso no significa que estemos muertos, seguimos vendiendo, y hasta nos ha sorprendido el recorrido de algunos libros”, dice el editor Jabo H. Pizarroso. “Nos vimos obligados a ello porque el oxígeno financiero se acabó, las ventas bajaron y no era posible seguir así. Ahora vivo del sector de la alimentación, pero si a la gente le cuesta comprar comida, ¿van a comprar libros? Todo esto está siendo devastador”. Más o menos el mismo tiempo lleva SIM Libros sin sacar a la luz nuevos libros. “Hemos ralentizado el ritmo de publicación, sobre todo porque hay libreros que no nos han pagado, y lo que no podemos es tener deudas con la imprenta”, afirma Diego Vaya, uno de sus impulsores. “Vamos a bajar a uno o dos libros al año, pero no cerramos”, apunta. En efecto, el problema no parece ser sólo de ventas. Para Carola Moreno, de Barataria, “el gran peligro de la actual situación es que las estructuras sobre las que se apoya el sector del libro, como las imprentas, los distribuidores y, sobre todo, los libreros, editores y autores, empiecen a quebrarse –ya están apuntalados– ante la imposibilidad de obtener financiación y ante la prefabricada y extendida idea entre los lectores jóvenes de que la cultura de autor debe ser gratuita. ¿Los ganadores? Las grandes cadenas on line, los monopolios editoriales y el libro-producto-bestseller. Los perdedores: los libreros de oficio, los editores con carácter y los autores con ideas”, dice. “No hemos reducido lanzamientos, pero sí los tirajes –no más de 1.500 ejemplares en ningún caso– y reducir el número de autores para evitar publicaciones al vacío, muy dolorosas para todos”. Juan José Téllez, director del Centro Andaluz de las Letras, opina que “el gran reto, en Sevilla y en Andalucía, sigue siendo la distribución. Evidentemente, los costes son cada vez mayores, se ha caído el mercado, pero se abren nuevas perspectivas en las que nuestras editoriales podrían situarse, y si no lo hacen es por prudencia, y también porque se plantean muchas dudas. Lo cierto es que todos están trabajando para hacer más sostenibles sus respectivas aventuras. Ya no se embarcan en grandes propósitos, toca pelear las ventas prácticamente casa por casa”, señala. Aunque nadie lo mencione, a la drástica reducción de las ventas y los problemas estructurales cabe añadir una evidencia: la excesiva dependencia que durante décadas han tenido las editoriales andaluzas de la administración, ya fuera a través de coediciones, ayudas directas o compras a bibliotecas. Ese apoyo fue menguando de un modo muy acentuado desde 2010, provocando grandes dolores de cabeza a los editores más dependientes. Pero también hay sellos nacidos en plena crisis que están saliendo adelante como si el desastre no fuera con ellos. Martín Lucía, de Ediciones en Huida –56 títulos en tres años y medio–, cuenta el secreto: “Hemos reducido costes para ser más competitivos, con producción digital, y haciendo mucha campaña de todo lo que sacamos, en recitales y presentaciones, en facebook y en twitter”, afirma. Son muchas las vías alternativas para sobrevivir que están tanteando los sellos hispalenses. Rd Editores, que hace ocho años era uno de los sellos más pujantes, ha optado por reconvertirse en editorial de libros digitales. Su cabeza visible, Rafael Arbide afirma que “tenemos más de 80 libros digitalizados a la venta en todo el mundo, sin movernos de San Juan de la Palma”, dice. “Vamos camino de que los libros estén en la nube, y de que lo único que paguemos sea el derecho de acceso a estos”. Con estas esperanzas nacen nuevas empresas, como Triskel Ediciones, que acaba de presentarse en el mercado con la novela en formato digital El rey tras el cristal oscuro, de Pablo Felder. El editor Rafa Velis cree que “hay un hueco entre los grandes grupos y los autores que se autopublican. Apostamos por libros de escritores noveles a precios asequibles”. Antonio García Villarán, de El Cangrejo Pistolero, también ensayó la transformación en sello digital, pero “nos encontramos con que no vendíamos prácticamente nada”, recuerda. con más de 40 títulos en el mercado, se resistían a tirar la toalla, y quisieron probar con el libro de artista. El resultado, afirman, ha sido espectacular. “Habíamos bajado el lanzamiento de novedades de 10 o 15 títulos anuales a la mitad. No sólo caían las ventas en distribución, sino también en ferias: si ya éramos pequeños cuando íbamos a siete u ocho ferias, ahora íbamos a dos. Como ya teníamos una colección de libros de arte, decidimos con la gente del colectivo Crea 13 abrir esa vía. Y nos ha salvado”. Otra vía es la de la resistencia underground, al margen de los canales convencionales del mercado. Un buen ejemplo es Ultramarina C&D, que combina varias fórmulas. Con 14 títulos publicados, su responsable, Iván vergara, cree que “es una editorial incómoda por donde se le vea: no ata a sus autores a firmar contratos de años, retribuye a sus colaboradores –artesanos, ilustradores, autores– de todas las maneras que pueda inventarse, se postula como una empresa que comparte sus beneficios, y su manera de editar le deja en la periferia de las editoriales raras al ser por una parte artesana, pues sus libros son todos manufacturados a mano, y por otra digital”. Por otro lado, el colapso de muchas editoriales está propiciando que numerosos autores se sacudan los complejos y opten por la autoedición. “Es un modo de superar la intermediación de las editoriales, y una oportunidad”, comenta Gonzalo Fleitas, sevillano que acaba de autoeditarse su novela El ladrón de suspiros. El fenómeno ha propiciado que este año haya sido convocado el I premio de novela autoeditada Mares del Sur, a iniciativa de la Agencia Pública de Puertos de Andalucía, que se fallará en breve. Sea como fuere, la mayoría de los editores encuestados asegura que lo que toca ahora tiene muchos nombres –“resistir”, “aguantar”, capear el temporal”–, pero un mismo sentido. Y una esperanza: que el mercado se reactive algún día, y los supervivientes estén en la mejor posición para celebrarlo.

  • 1