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El 65% de los pueblos de la cuenca del Guadalquivir depura mal sus aguas

el 15 sep 2009 / 17:26 h.

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El 65% de las aglomeraciones urbanas que se concentran en la cuenca del río Guadalquivir no tiene un nivel adecuado de depuración. Se trata, sobre todo, de pueblos de entre 2.000 y 4.000 habitantes en los que nadie invierte para dar un giro a la situación. La Unión Europea obligará en 2015 a cumplir con un estándar mínimo de calidad. Toca moverse.

La Junta de Andalucía, que asumirá todas las competencias hídricas el 1 de enero con el traspaso del Guadalquivir, ha puesto ya sobre la mesa la herramienta para solucionar este déficit: cobrar un canon a todos los usuarios del agua para recaudar fondos para un plan de choque de infraestructuras de "abastecimiento, saneamiento y depuración", según reza el segundo borrador del Acuerdo Andaluz por el Agua, un gran pacto social que el Gobierno andaluz prevé aprobar en diciembre.

Los datos que aporta la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) en su Estudio General de la Demarcación Hidrográfica de cuenca son poco alentadores. Hoy existen 187 aglomeraciones urbanas cercanas al río que depuran mal sus aguas, lo que supone un 65% de las 288 que jalonan la cuenca. El problema no se da en ciudades ni grandes municipios, aunque hay excepciones en Jaén capital, Linares, Martos o Úbeda. Por contra, se da allí donde se concentran entre 2.000 y 4.000 habitantes, pequeños pueblos que no han invertido en las infraestructuras necesarias para ofrecer un agua de calidad a sus vecinos. Como apunta Rafael Amores, técnico de la CHG, queda el consuelo de hacer la proporción a la inversa, por número de habitantes, y así sí que se obtiene un buen dato: casi el 70% de la población de la cuenca sí tiene agua tratada correctamente. Aún así, tres de cada diez habitantes no pagan el agua que merecen.

Los municipios que aún están al margen de los estándares más deseables son los culpables, por su falta de depuradoras, del 31% de la contaminación que arrastra el Guadalquivir, y que se debe a los residuos urbanos -materia orgánica-, los nitrógenos y el fósforo, los descontroles de la industria, los fitosanitarios del campo y la erosión creciente del suelo. Este año se han sumado a esos males dos fenómenos no desconocidos, pero sí al menos sorprendentes por su virulencia: la turbidez y el elevado nivel de sal en las aguas.

Desde la Confederación se entiende que muchos municipios están esperando a 2015, que es el tope impuesto por la UE para lograr un agua de calidad. Esa fecha es también cuando concluye el Plan Nacional de Calidad de Aguas puesto en marcha en 2007. El problema puede generarse cuando todos los municipios soliciten de golpe la ayuda de la Junta o el Estado.

Los expertos de la CHG confían en que, dentro de siete años, se hayan podido eliminar 48 masas de aguas en mal estado de las que arrastra el río, pasando de 79 a 31. Sólo el 8% del volumen total del río necesitará mejoras.

Con el trabajo de los municipios pequeños y de los que usan el agua para su trabajo diario depende la buena salud del Guadalquivir, pero no en solitario. Hay zonas muy pobladas, como el Aljarafe sevillano, donde los problemas son otros: el agua está depurada pero las instalaciones son obsoletas, creadas cuando comenzó a crecer la población en esa comarca, y ahora no trata con el nivel requerido la contaminación de fósforo o nitrógeno. Más se complica la situación si se tiene en cuenta que toda el área de Sevilla capital, el Aljarafe y Utrera han sido catalogadas como zonas que requieren de una especial vigilancia. Por eso deberán acelerar el proceso de puesta a punto y no pueden esperar a 2015, sino que su plazo acaba en 2013. Entonces deberán haber "eliminado" completamente estos parámetros. "Ese entorno tiene un problema serio, porque hay muy pocos municipios adaptados", insiste Amores.

Recurso. Como explica otra de las especialistas de la CHG, María del Mar Borrego, el río adolece de un "plus de calidad" en sus aguas, por el "esfuerzo en infraestructuras realizado entre 1991 y 1995", el periodo de la mayor sequía en los 80 años de vida de la Confederación. El 11% del recurso es consumido por los habitantes de zonas urbanas, de ahí la importancia de una correcta depuración. El 80% del agua se la llevan los regadíos y otro 2,4% queda en manos del sector industrial. A ello se suman puntos de pérdidas excesivas en las canalizaciones, que llegan hasta el 25%.

En esos cuatro bloques fundamentales se reparte el agua. Y ya el río no da para más. El especialista Julio Berbel alerta que "estamos en el filo", porque la presión de consumo es superior a la capacidad de ahorro. Un ejemplo: el riego por goteo ha crecido un 81% entre 1992 y 2007, pasando de 443.00 a 801.157 hectáreas regadas. El olivar de riego es que el tiene la culpa, en su mayor parte, del exceso de gasto generado, lo que no se puede compensar con el "ahorro sistemático" de los ciudadanos. La solución: "racionalidad y límites" para no agotar el recurso.

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