No ha sido un cambio rápido, pero sí irreversible. Hace 15 años, el 32% de los gitanos de Sevilla residía en chabolas o viviendas que no cumplían las condiciones mínimas de salubridad. Hoy ya roza el 90% el número de familias que tiene un piso digno en un barrio normalizado. La exclusión, eso sí, no está plenamente erradicada.
El Ministerio de Vivienda y la Fundación Secretariado Gitano han elaborado un estudio sobre vivienda y comunidad gitana en España que arroja resultados esperanzadores sobre la mejora de las condiciones de vida de este pueblo, asociado en exceso con la marginalidad y la exclusión, una situación "que, por desgracia, iba más allá del tópico, pero que se está reconduciendo", sostiene el informe. En Sevilla, los datos se corresponden con la media nacional: si hace 15 años un 68% de los gitanos residía en viviendas normalizadas, en 2007 ese porcentaje se había ampliado hasta el 88%. Esta mejora de 20 puntos se traduce, a su vez, en una "significativa" reducción de las situaciones de exclusión residencial de esta minoría, y, por tanto, en una mayor "integración en su entorno laboral, educativo y social". La vivienda, reconocen los autores del estudio, es el primer paso en la normalización de un colectivo, en su entrada como miembro de pleno derecho en una comunidad cualquiera.
En el caso de Sevilla, los focos chabolistas, las casamatas, los prefabricados y los "barrios de tipología especial" han ido desapareciendo ya que sus habitantes se han repartido por barrios "normalizados" de la capital. El Secretariado Gitano constata que, en su mayoría, esa normalización ha llegado más por el alquiler que por la compra de vivienda, aunque ésta se halla "notablemente al alza", mayoritariamente en barrios populares y obreros; el número de propietarios gitanos no llega al 49%, frente al 83% de la población general.
La mayor concentración se da en Los Pajaritos, Rochelambert, Torreblanca, Parque Alcosa, San Jerónimo, San Diego y el Polígono Sur, pero también se ha detectado una "tendencia creciente" a la instalación en viviendas dispersas integradas en el casco urbano, es decir, en urbanizaciones de las afueras como las de El Gordillo, Aeropuerto Viejo y La Negrilla. En porcentajes, el 38,5% reside en barrios periféricos, el 25% en barrios relativamente nuevos de primera o segunda expansión, un 16,9% en viviendas dispersas pero integradas en Sevilla y un 14,7% vive en el Centro. En estas zonas son "uno más", "en absoluto" se dan problemas de convivencia y tanto los gitanos como sus nuevos vecinos "afrontan con ánimo esta convivencia tan natural como irreversible". Lo más habitual es que los miembros de la comunidad gitana residan en pisos o apartamentos de más de 10 viviendas (30% de los casos), y ya llegan al 13% los que tienen una vivienda unifamiliar independiente y al 18% los que viven en una adosada o pareada.
La evolución es "positiva", pero queda "trabajo por hacer". "Hay asentamientos aislados de la ciudad y de las oportunidades, donde las personas que allí habitan lo hacen en condiciones que conculcan los derechos básicos de nuestra sociedad y que nuestro Estado propugna. Condiciones que hoy deberían ser intolerables para uno de los países más prósperos del planeta", constata el estudio. Ahí están los datos: el 3,9% de la comunidad aún reside en chabolas, el 6,8% en viviendas "muy deterioradas" y el 0,3% en viviendas móviles, con escasas calidades -un 4% de los hogares carece hoy día de agua corriente-.
Las condiciones residenciales de los gitanos, abunda el estudio, tiene más "luces y sombras". Por ejemplo, los gitanos son ya una población "claramente arraigada", pues el 83% de ellos reside en barrios con más de 15 años de antigüedad. Eso es "un avance". Sin embargo, en el 18% de los casos viven más de seis personas en cada vivienda, con el riesgo de hacinamiento que conlleva y el lastre económico que supone pagar un piso mayor.