Hay paradojas y contradicciones que a veces resultan incomprensibles para cualquier profano y que desde luego descalifican a los que las generan, más aún cuando se trata de personas atribuidas de responsabilidad política. Así ahora resulta que en Andalucía se publica una norma en la que se clarifica, pues de hecho ello ya lo exigía el propio Código Civil, que los menores requerirán de autorización paterna para poder hacerse un orificio con la intención de adornarse la oreja o cualquier otra parte de su cuerpo. Esa autorización se hace también precisa para cualquier intervención quirúrgica o tratamiento que pueda vulnerar o poner en riesgo la integridad del menor, en atención a la legislación sanitaria y de autonomía del paciente.
Pero no, ahora resulta que a tenor de las conclusiones emitidas por un supuesto comité de expertos, nombrados digitalmente, por concurrir en los mismos el mérito de ser partidarios de la doctrina que inspira la reforma sobre la que han de informar, dictaminan que las adolescentes mayores de 16 años, menores de edad, pueden abortar sin consentimiento paterno. Los juristas todavía no nos poníamos de acuerdo si resultaba o no preciso además autorización judicial. El debate lo resuelven los expertos de un plumazo demostrando, de entrada, una ignorancia supina de Derecho y una carencia de conocimiento éticos y de psicología que se justifican con la peregrina explicación que si a esa edad se tiene capacidad para ser madre, se tiene capacidad para decidir abortar. Se equipara madurez biológica con madurez psicológica y emocional. Lo más grave, con todo, es que se nos trate como a imbéciles, con manifiesto desprecio a la inteligencia cuando se afirma que con la reforma y conclusiones del comité se viene a intentar dar protección a los no nacidos, cuando, en el caso de las adolescentes mayores de 16 años, se le da al feto el mismo tratamiento que a un grano de acné.
