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El aguacero no logra frustrar la ebullición bajo las lonas

Los feriantes se reúnen en almuerzos de socios y huyen de las calles enfangadas.

el 01 may 2011 / 20:58 h.

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Una niña vestida de flamenca se resguarda bajo el paraguas.

El inagotable aguacero que ayer disuadió a muchos de acudir a la Feria fue un fastidio que dejó vacío el albero, pero el verdadero drama lo descubrió Juanjo Izquierdo dentro de su caseta: "Oye, que esto es una denuncia social: ¡No hay derecho a que la Cruzcampo haya puesto tiradores de cerveza de plástico, que no van a aguantar! ¡Que aquí se va a formar una bulla!", protestaba escandalizado, después de haber vivido en primera persona, el Miércoles Santo, cómo uno de estos tiradores dejaba tirado, valga la redundancia, al dueño de un bar en plena efervescencia de clientela. "Que se va a liar, que se va a liar", insistía, dando su lugar a la cerveza en la escala de prioridades del feriante profesional.

Había que ser más que aficionado para atreverse a cruzar ayer sobre un albero enfangado hasta llegar al oasis de la caseta en este domingo de preferia. La lluvia que comenzó sobre las tres de la tarde, cuando las casetas empiezan a cobrar vida, no dio tregua en toda la tarde. En las calles apenas se veían pasar paraguas, y muchos feriantes iban vestidos de invierno sin disimulo alguno. Sólo los que habían llegado temprano para terminar de colocar los farolillos pudieron pillar hasta algún rayo de sol, pero de pronto el cielo se encapotó y ya no hubo más posibilidad que resguardarse bajo las lonas.

En muchas casetas, ni siquiera fue un problema. Como en Gitanillo de Triana 22, donde los domingos anteriores al alumbrado los socios llevan sus propias fiambreras de salmorejo, tortilla, filetes empanados, pulpo a feria y otros platos convertidos ya en manjares de "tradición milenaria" con los que componen un almuerzo que nada envidia a los que se sirven durante el resto de la Feria. Si acaso, al revés.

Fue el escenario perfecto para bailar las primeras sevillanas, en un fin de semana en el que los ortodoxos aún no toleran los trajes de flamenca, a los sones de las más que emblemáticas Yo tengo unos palillos con cintas colorás, Miralá cara a cara o Y se amaron dos caballos. Entretanto, para que los niños no se pongan perdidos de correr por el albero fangoso, la caseta instaló un completo quiosco de chucherías dentro de la caseta, con sus toldos a rayas y su mostrador, que hizo que casi se le salieran los ojos de las órbitas a los críos.

Si Gitanillo de Triana fue una de las calles con casetas más concurridas, en Pepe Luis Vázquez fue más bien al contrario: abundaban las que todavía tenían las lonas echadas, las pilas de sillas de madera apiladas en un montón compacto en medio del módulo, las macetas de geranios todas juntas en un rincón y escaleras metálicas por medio para ultimar las conexiones del alumbrado, mientras delante de ellas las furgonetas de reparto esperaban a que escampara un poco para bajar la comida y la bebida.

aún sin farolillos. Un panorama que terminaban de entristecer los cables de bombillas sin farolillos, que el Ayuntamiento no ha querido colocar hasta que cesen las lluvias, que los hubieran arrastrado sin piedad. En la oscura tarde de ayer, las luces desnudas, encendidas a ratos a modo de prueba, contribuían a dar un aire melancólico a las calles, en contraste con el ambiente festivo de las casetas.

En Los Martínez, en Juan Belmonte 85, la costumbre de los 14 socios de esta caseta familiar es el almuerzo del domingo, este año un arroz, después de terminar de adornar el interior. La cita, que se repite desde siempre en esta caseta fundada en 1939, estaba animada pero escasa de críos, porque muchos se habían marchado a la vista de que por la lluvia no podían salir a jugar a la calle, como explicaba Trinidad Martínez, hija de uno de los socios. Pero tampoco parecía que se les hubiera aguado mucho la fiesta a los asistentes, que charlaban copando todas las mesas. "Aquí venimos todos los días, y siempre está lleno", resumían alegres.

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