Las hogueras al aire libre para quemar los restos no humanos de los enterramientos llevan haciéndose toda la vida. El alcalde tuvo que admitirlo ayer, a la vez que anunciaba medidas para atajar una práctica prohibida en un decreto de 2001 que el camposanto nunca atendió, pese a las numerosas quejas.
Una visitante asidua del cementerio explicó ayer a Radio Sevilla que, desde que en 1992 murió su hija y fue enterrada junto a la zona donde queman los ataúdes tras la exhumación de los cadáveres, ha estado presentando quejas porque el humo provocado por las fogatas era insoportable y le impedía incluso limpiar la lápida, al igual que a los empleados del recinto.
También denunciaron los sindicatos municipales, desde 1996 y hasta tres veces después de aprobarse el decreto de la Junta de Andalucía que prohíbe estas hogueras, algo que esta semana destapó el PP. El humo era visible por cualquiera que visitase el cementerio por la mañana y no era difícil saber de dónde procedía sólo con preguntar a cualquier trabajador del camposanto. Ayer, la federación de consumidores Facua presentó sendas denuncias ante la Junta y el Consistorio para que depuren responsabilidades.
El alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, admite que la quema al aire libre se ha realizado "desde la existencia del cementerio" y que hace unos 15 años se habilitó un espacio rodeado de árboles para hacerlo, de forma que no quedara demasiado a la vista. En un comunicado, el regidor confirmó ayer que ha ordenado reparar con urgencia el horno destinado a destruir estos restos y paralizar entretanto las exhumaciones de cadáveres, e incluso se están buscando soluciones más "eficientes", como la compra de un horno mejor o contratar una empresa que compacte los restos para que ardan más rápido. Lo que no aclara el alcalde es por qué el camposanto no se adaptó en 2001 al reglamento de Policía Sanitaria y Mortuoria de la Junta.
"Los fuegos se hacen desde mil ochocientos y pico, cuando comenzaron las exhumaciones, e incluso cuando funcionaba el horno del cementerio, porque no quema con la rapidez que hacía falta", explicaba ayer un trabajador del camposanto. El empleado defendía su labor: "Nunca se ha quemado el más mínimo resto humano, eso es seguro", insistía, detallando que la plantilla nunca cuestionó las órdenes que recibía de sus jefes porque "son sólo las tablas y la cantidad enorme de flores secas" que quedan sobre las tumbas, "todos los restos se sacan con mucho cuidado". Aún así, la ley prohíbe esta práctica porque siempre quedan fluidos corporales, y el propio trabajador admitía que la imagen que ofrece esta práctica puede resultar impropia.